Cuando estás en pareja, hay momentos en los que sentís que TENÉS que tener sexo. Esas fechas que te meten presión, en las que simplemente sentís que HAY que hacerlo. Y que si no lo hacés ESE día, lo percibís como una señal de que es obvio que la pareja está en crisis. Pero el hecho de sentirnos “obligadas” es cero erotizante, ¿o no? Acá, seis ejemplos que confirman mi teoría:
El aniversario: salís con tu pareja a cenar, es un clásico. Y una vez terminada la cena, HAY que hacerlo, porque si el único recuerdo que te queda de esa noche es lo bueno que estaba ese postre bañado en chocolate que se mandaron entre los dos, es un bajón. Así que puede ser que, más que calentura, lo que te lleve a querer “hacer el amor” sea bajar esa guasada de calorías que te mandaste.
Pintó telo: es posible que digan: “Che, no puede ser que nunca estemos solos” y decidan irse a un hotel alojamiento. Ahí hay que entregarse sí o sí (lo aclaro porque todavía hay algunas que siguen cayendo en la excusa adolescente de “es solo para charlar”). Una vez adentro, prenden la tele y ven esas pornos con miembros gigantescos en primer plano, esas chicas con tetas turgentes que nunca se caen… Y lo que más vas a desear es que no haya muchos espejos en ese lugar porque la comparación puede llegar a ser un poco deprimente.
Escapada romántica: ay, qué planazo irse juntitos a una playita alejada, caminar de la mano por la orilla, besarse viendo la puesta del sol, toquetearse en el mar. Todo muy lindo, pero ¡hace calor! Y encima estás toda pegoteada con protector solar y ¡tenés toda la bombacha de la bikini llena de arena! “Por lo menos bancame que lleguemos al hotel y nos bañemos y vemos cómo la seguimos.”.
San Valentín: parece que el festejo yanqui vino para quedarse. Y si ese día no tienen ningún plan para hacer juntos, puede ser que pienses que en tu pareja algo está fallando, porque “no te vengas a hacer el antiimperialista jusssto ahora que tenemos que celebrar el amor a todo trapo”.
La noche de bodas: sin duda, no existe ritual más romántico que casarse. Ese día en el que jurás amor “hasta que la muerte nos separe”. Pero ni siquiera prometer eso puede contra lo obvio: casi no hay registros de parejitas recién casadas que hayan hecho el amor en la noche de bodas (gracias si después del fiestón te quedan fuerzas para sacarte el maquillaje). A lo sumo, antes de dormirte con tanta culpa, pensás que “tal vez un mañanero”…
Solitos una noche: si ya fueron padres y tus “chiquitos” se quedaron a dormir en algún otro lado, HAY que aprovechar, porque si no es ese día…, ¡¿cuándooo?! ¡Y más le vale que no se quede dormido él primero porque se pudre! Vos no estás segura de querer tener sexo esa noche, pero por lo menos necesitás que él sí quiera.
Todas estas fechas nos presionan. Porque además quizá te haya venido, o te esté por venir… O tal vez te dé fiaca y prefieras hacer cualquier otra cosa antes que tener sexo… Puede ser que todo esto te resulte un poco frustrante, que creas que todo el mundo en esa situación se estaría dando de lo lindo. Pero no. Porque la clave pasa por dejar de programar tanto y dejarse sorprender por lo casual.
Por: Dalia Gutmann