Mauricio Macri trasladó la presión por los “tarifazos” a los gobernadores, sobre todo a los peronistas: les pidió que eliminen los impuestos provinciales y municipales que componen una parte fundamental del precio final en las boletas de luz y gas.
El Presidente transmitió un mensaje grabado dirigido a “los argentinos”, en el que ratificó su política tarifaria y advirtió que “es mentira que los subsidios al gas y la luz no los paga nadie. Los pagamos todos con más inflación y con deuda”.
Pero algunos gobernadores ya hicieron explícito su rechazo a este pedido de Macri. No quieren ceder recursos que, al estar en la boleta de un servicio público, serán recaudados con más seguridad que otros.
Son los mismos gobernadores que promueven, en paralelo, una sesión especial para regular los aumentos en los servicios públicos. El miércoles intentarán reunir el quórum que no tuvieron la semana pasada. Pero la misión es difícil: para aprobar cualquier proyecto sobre tarifas, los diputados de la oposición necesitan el respaldo de dos tercios de los presentes en el recinto.
Macri quiere sacar el tema de la agenda y, de no ser posible, “compartir culpas” con los gobernadores. En algún punto, con el mensaje de hoy, el presidente dejó a los mandatarios en un lugar incómodo, que ahora tendrán que explicar -aunque no sea directamente así- por qué no quieren bajarle las tarifas a la gente.
“Si hoy no estamos pudiendo cumplir con nuestras boletas, hacernos cargo del 50% del costo de la tarifa social implicaría un caos”, dijo el chaqueño Domingo Peppo. En San Juan, según la CAME, los impuestos provinciales (que son ocho) representan el 40 por ciento del precio final de los servicios.
Otros gobernadores, como el salteño Juan Manuel Urtubey, remarcaron que recae todo el peso del gasto en las provincias y que la Nación se queda con el 75 por ciento de los recursos que producen los distritos.
En la Casa Rosada resaltan que Macri está convencido y decidido a hacer la reducción total de subsidios en el corto plazo. Y que, por esa razón, sostiene con firmeza a Aranguren, un ministro que, al menos desde lo discursivo, tuvo varios traspiés desde que asumió.
Por Mariano Confalonieri