A pesar de los avances científicos y de las numerosas investigaciones e innovaciones en técnicas y tratamientos medicinales, los hombres continúan viviendo, en promedio, menos años que las mujeres. Esta desigualdad de esperanza de vida entre ambos géneros puede responder a una mera cuestión genética, según estimaron en un amplio estudio internacional sobre longevidad y variabilidad en la edad de la muerte.
La investigación, publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), indicó que esta diferencia es resultado no solo de la violencia o los accidentes a los que los hombres están más expuestos en la sociedad, sino que se debe a que fue “programada” por la propia naturaleza. La razón apunta a las raíces evolutivas, dejando en un segundo plano a las causas ambientales o relacionadas con el comportamiento.
Con la base de datos recopilados durante los últimos siglos que confirman que los seres humanos lograron incrementar de manera significativa su esperanza de vida en un corto período de tiempo, los autores se mostraron sorprendidos al conocer que la brecha entre la esperanza de vida de los varones con respecto a las féminas apenas ha cambiado.
Entre las hipótesis que se barajaron, la de mayor posibilidades recae en la genética: el hecho de que los hombres tengan un solo cromosoma X, cuando las mujeres tienen dos, les reduce capacidades para compensar las variantes genéticas dañinas, o sea, puede ser un factor perjudicial a la hora de reparar errores en el ADN.
Los especialistas indicaron que los resultados obtenidos “no sugieren que actualmente exista un límite natural de longevidad” contradiciendo a un estudio reciente que fijaba el techo de una esperanza de vida media de 115 años. Además, la tendencia parece no ser exclusiva de los seres humanos. El estudio involucró a primates de ambos sexos en condiciones de vidas idénticas y reveló que los machos también viven menos que sus parejas.
“Esa desventaja masculina tiene profundas raíces evolutivas. Los primates varones son generalmente desfavorecidos en relación con las hembras, tanto en la esperanza de vida como en su igualdad. Es desconcertante. Si podemos hacer que la vida dure tanto, ¿por qué no podemos reducir la brecha entre hombres y mujeres?”, dijo Susan Alberts, profesora de la Universidad de Duke y coautora de la investigación.
Para llegar a estas conclusiones, los científicos analizaron los datos de mortalidad disponibles de más de un millón de humanos de 22 poblaciones con características diferentes. Desde personas con alto poder adquisitivo hasta las etnias de cazadores y recolectores que aún hoy existen formaron parte de la investigación a la que se sumaron a más de 3.300 individuos de otras especies.