La capacidad de los perros de asistir a personas con discapacidad, o bien individuos con algún inconveniente físico para desplazarse de manera autónoma, está más que comprobada. Varios estudios científicos han desarrollado la teoría de que los animales tienen un gran aporte en materia de emociones y autoestima del hombre. Esta característica de las mascotas es la que hace la gran diferencia a la hora de iniciar un proceso de recuperación de niños y adultos con una patología definida.
Ángela, madre de trillizos, entiende perfectamente los beneficios de esta terapia alternativa, ya que uno de sus hijos, Rafael de 11 años, sufre de parálisis cerebral y autismo. Lizy, una labradora cambió su vida y su interacción con el mundo exterior de manera radical.
“Actualmente vivo en un hogar de tránsito con mis tres hijos, fue casi por casualidad que me topé con T.A.C.O.P y me enteré de este tipo de terapia. Todo el equipo de la institución vino a ver a Rafa para un primera entrevista, en ese momento mi hijo estaba completamente aislado y encerrado en sí mismo. Tan solo con una primera intervención junto a Lizy, ya notamos un cambios rotundo de actitud en él; lo que más me sorprendió es ver como en la sesión de terapia, cuando el profesional le preguntaba cosas puntuales, y mi hijo contestaba casi en susurro en dirección al oído de su nuevo mejor amigo. Es una relación de suma confianza y afecto”, aseguró a Infobae Ángela.
El doctor Boris Levinson, profesor emérito de psicología y especialista en terapia infantil, descubrió, casi por casualidad, el beneficio que su perro “Jingle” produjo en su práctica profesional ya por el año 1970. Se dio cuenta de manera inmediata que cuando Jingle estaba en la habitación, los niños tendían a expresarse más. Luego, miles de estudios desarrollados, permitieron hacer su gran aporte en chicos con discapacidad, autismo, depresión y hasta adultos mayores. Los beneficios son múltiples y dependen del paciente a tratar.
La explicación científica de este exitoso método está relacionado con el sistema nervioso central y específicamente por el sistema límbico del cerebro, encargado de regular el componente emocional de nuestra conducta.
-Se estimula la producción de células T, endorfinas y Hormonas
-Disminución de los niveles de presión sanguínea.
-Disminución del estréss, ansiedad, miedos (niveles cortisol en sangre, PSS, Perceived Stress Scale)
-Incrementa la calidad de vida
“Se puede trabajar cualquier patología pero siempre depende del grupo de trabajo y problemas neurológicos, del neurodesarrollo, genéticos, hereditarios, emocionales y hasta mentales. En nuestro país han aumentado los especialistas que hacen intervenciones con animales, pero no es cuestión de hacer trucos con perros, es una gran responsabilidad trabajar en terapia con mascotas, por ende se debe profundizar sobre este tema y llegar a una regulación urgente para su correcta implementación”, aseguró la directora Alicia Dell’ Arciprette de la Asociación Argentina de Terapia Asistida con Perros (T.A.C.O.P) a Infobae.
El perro de terapia de ayuda tiene una gran incidencia en la interacción, social, emocional, cognitivo, motor y mental. Generalmente las mascotas tiene la particularidad de movilizar emociones en el otro y de generar empatía, por ende es capaz de aflorar los sentimientos del propio paciente. Entre sus aportes principales está:
-Físicos: Mejorar las destrezas motoras rehabilitación gruesa y fina y segmentaria.
-Mental: Aumentar la interacción verbal entre los miembros del grupo, mayor capacidad de atención, incrementa la autoestima, reduce la ansiedad y el sentimiento de soledad.
-Educativos: Incrementar el vocabulario, la memoria, aportar conocimientos de conceptos.
-Emotivos: Aumentar el deseo de involucrarse dentro de la sociedad, en grupos, desarrollar la interacción, incrementar el deseo de ejercitarse, de autovalimiento, entre otros.
Quizás uno de los procesos más importantes es la selección del can adecuado para el labor, cuyo carisma y simpatía debe ser ideales para trabajar ante toda clase de patologías y trastornos posibles. Se escogen cachorros sociables, a las siete semanas de vida, y sus entrenamientos duran dos años para poder obtener la acreditación.
“El can ingresa en una etapa de socialización, desensibilización, y educación. Luego se lo adiestra, se entrena y a recién a partir del año, puede dar su primer examen una vez castrado/a. Todo su entrenamiento se basa en una metodología positiva y conductual. No usamos demasiado estímulo gástrico para el adiestramiento ya que necesitamos un perro carismático auténtico, con autonomía, y no que mire la mano del guía para hacer las cosas”, agregó la especialista.
Estos increíble animales sin dudas marcan un antes y un después no solo en niños con discapacidad, sino también en cada ser humano que los escoge como compañero de vida incondicional.