Los amigos no están solo para reírse en los buenos momentos y dar un abrazo en los malos. Según un estudio hecho por psicólogos de la Universidad de Oxford, ellos son una especie de “analgésico” natural que nos protege del dolor.
El experimento que comprobó esto tuvo una primera etapa en la que se le pidió a 101 jóvenes que llenaran un cuestionario sobre sus características de personalidad y relaciones sociales, en el que no sólo se indagaba sobre el número de amigos sino también sobre cuánto tiempo pasaban juntos y con qué frecuencia.
Luego, en un segundo estadío, estos voluntarios fueron sometidos a una “prueba del dolor”: debían mantenerse en una posición incómoda durante el mayor tiempo posible. Obviamente, con el paso de los minutos los participantes comenzaron a experimentar los primeros calambres hasta que llegó el dolor.
Lo que esta investigación demostró es que quienes soportaban mejor el dolor también eran aquellos que tenían más amigos.
La explicación neurocientífica
Nuestro cerebro está genéticamente programado para ser sociables, dado que, si pensamos en nuestros antepasados y el contexto hostil en el que vivían, estar con otra persona era una forma de poder defenderse mejor de los peligros externos y sobrevivir.
El mecanismo elegido por la naturaleza para asegurarse de que seamos sociables es el sistema opioide endógeno, en particular la β-endorfina, que desempeña un papel esencial en las relaciones interpersonales. La β-endorfina no solo nos motiva a relacionarnos sino que, además, genera una sensación de bienestar y tiene una potentísima acción analgésica.
Por eso, si el sistema opioide se encarga de que seamos más sociables, es lógico suponer que si mantenemos una vida social gratificante, tenemos muchos amigos y pasamos tiempo de calidad con ellos, estaremos estimulando de forma natural la producción de β-endorfina, un analgésico que ha demostrado ser mucho más efectivo que la morfina que se suministra a través de los medicamentos.
Así que, en vez de acudir a la farmacia, mejor salir con amigos!