No nacemos madres, nos construimos como tales con el correr del tiempo, cometiendo errores, aprendiendo de ellos y recibiendo educación de entornos expertos y solidarios”. Con esta afirmación, la licenciada Ivana Moyano, psicóloga, abre paso a una serie de ideas para atravesar el puerperio de la manera más saludable posible.
La especialista se refiere a aquello de “lo que no se habla”, lo que se supone es políticamente incorrecto tras la llegada de un bebé, las dificultades, la añoranza de las costumbres anteriores y la desesperación por desconocer si se podrá estar a la altura de las circunstancias. En “Volvernos padres. Propuestas para organizar nuestra vida durante el puerperio” (Atlántida), Moyano destaca la deuda que hay aún con esa etapa que prosigue al alumbramiento.
Así, afirma que “el puerperio es un proceso físico y psicológico que experimenta la mujer después de haber parido, durante el cual se vincula prioritariamente con su bebé”. En ese tiempo, puede aparecer todo aquello que no se le advirtió a ni a la madre ni al padre. Por ello, además de ser el momento para establecer el vínculo con el niño, también es el momento en que los nuevos padres realizan el duelo por lo que han perdido, que es mucho. Se pierden espacios personales y se deja de lado la vida anterior. Para la mujer, incluso, nace un nuevo cuerpo. Se es puérpera con “el cuerpo, el psiquismo, el alma y la historia”, dice Moyano.
La autora sostiene que con la llegada del niño son por lo menos tres los nacimientos que se dan: el del bebé, que parece ser el más obvio, pero también nacen una madre y un padre. Y esto supone la construcción de una nueva identidad. “Volverse padres es descentrarse y enfocarse en las necesidades que trae el recién nacido”, resume.
¿Y la vida sexual? “Amamantar, sostener, tener un cuerpo nuevo, sentir dolores, asumir las cicatrices que quedaron, sumado al extremo cansancio, no deja espacio para el disfrute del cuerpo dentro del intercambio sexual”. Este descenso del deseo sexual femenino cederá con el tiempo y, tanto en esto como en otros puntos será imprescindible la comunicación verbal de la pareja.
Pero estas modificaciones no alcanzan solamente a la mujer. En esta etapa, el papel del padre es fundamental y tiene un doble rol: debe ser sostén pero también debe liberar al bebé de la exclusividad materna. Ante esto, la especialista menciona que el papá viene a ser una especie de “buen perdedor”: pierde a su compañera sexual, pierde sus tiempos de dedicación exclusiva, de privacidad, de charlas, de salidas; y comienza a vivir con una mujer que muchas veces desconoce.
Por todos estos cambios es que se experimentan sensaciones extremas e incluso, opuestas: por un lado, se da la felicidad por ese bebé que llegó al hogar; por el otro, aparece la tristeza de no saber dónde quedó el mundo anterior.
En resumen, durante el puerperio se da un gran movimiento psíquico en madre y madre. Se trata de una transformación personal donde se debe destronar el narcisismo para dejar lugar a los hijos. Lo femenino y lo masculino entran en oposición y la pareja debe establecer un re-contrato, nuevos convenios para el entendimiento mutuo.
El fin del puerperio se da “cuando se recuperan o reorganizan las rutinas y los progenitores alcanzan una identidad más estable en cuanto padres del niño”.
Bonus track: las visitas
Moyano recomienda que, tanto en el sanatorio como en el revolucionado nuevo hogar, las visitas sean discretas, consensuadas y breves. Además de no invadir, es muy importante tratar de colaborar con esos recientes padres y, en consecuencia, con el bebé. Colaborar, ayudar en tareas domésticas u ofrecerse a quedarse con el niño, por ejemplo, mientras la madre toma un baño, resulta una asistencia muy significativa para toda la familia.