Stephen Strange es un cirujano exitoso, rico y engreído que ve como su mundo se derrumba cuando tras un accidente automovilístico pierde la movilidad de las manos.
Apesadumbrado pero sin darse por vencido viaja al Tíbet para descubrir que es mucho más que un simple médico, que su destino es convertirse en un Hechicero Supremo.
Doctor Strange: Hechicero supremo es muy diferente a las anteriores cintas de Marvel, aquí la historia se mueve en un terreno que va de lo metafísico al misticismo. La utilización de los escenarios digitales (muy parecidos en algunas secuencias a los utilizados por Nolan en El Origen) combinados con las locaciones reales, le da al filme un toque psicodélico.
El director Scott Derrickson nos introduce en la historia a través de estos decorados que se mueven como caleidoscopios y también siguiendo las peripecias del personaje principal, un Benedict Cumberbatch impagable, cínico e irónico pero carismático también, al que el papel le sienta de maravillas.
Por supuesto el elenco que lo acompaña no decepciona: Rachel McAdams, Chiwetel Ejiofor y Tilda Swinton, a quienes hay que sumar a uno de los mejores villanos que nos ha dado el estudio: Mads Mikkelsen (es por lejos, junto al Loki de Thor, el más interesante de los chicos malos de la fábrica de superhéroes creada por Stan Lee).
En síntesis, Doctor Strange: Hechicero Supremo, es una película entretenida, muy original, bien narrada, visualmente deslumbrante, con un tono surrealista que atrapará no sólo a los fanáticos de las viñetas.