Una voladura efectuada en 2012 por unos operarios en la cantera de Kobate, en Arrasate (Guipúzcoa), permitió descubrir un yacimiento paleontológico de unos 100.000 años de antigüedad “en un estado de conservación excepcional”, según indica la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) en un comunicado del pasado 1 de septiembre. Los trabajadores, al detectar abundantes restos fósiles entre la arcilla que rellenaba la cavidad, paralizaron la explotación y se pusieron en contacto con el profesor Álvaro Arrizabalaga, del Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología, quien en 2013 constató la importancia del enclave y, junto con María José Iriarte y la empresa que explota la cantera, decidió realizar una excavación de emergencia para recuperar los restos óseos animales, sin indicios de actividad humana.
Este tipo de yacimientos del Pleistoceno Superior, en los que no hay intervención humana, son muy escasos tanto en la región cantábrica como en la península Ibérica. Artazu VII, como se denomina el yacimiento, es especialmente interesante porque en su época fue una sima que funcionó como trampa natural para diversos animales, que cayeron accidentalmente en su interior y quedaron atrapados. El yacimiento refleja, por tanto, la fauna del entorno en el momento en que se rellenó la sima de forma natural durante el Pleistoceno, una época remota en que ocurrieron diversos cambios climáticos, tanto a escala regional como a escala global.
En el estudio preliminar, liderado por la investigadora Aitziber Suárez Bilbao y publicado en Comptes Rendus Palevol, se enumeran un mínimo de cuarenta especies, entre micro y macrovertebrados, y muchos de ellos con sus huesos en conexión anatómica. Destacan el león de las cavernas (Panthera spelaea), el leopardo (Panthera pardus), el bisonte estepario (Bison priscus) y el ciervo común (Cervus elaphus), pero también hay anfibios y reptiles. Por desgracia muchas de estas especies que ocuparon el actual País Vasco ya no existen o se han desplazado geográficamente.