Como la mayoría de los tenistas, Juan Martín del Potro tiene un vínculo especial con las raquetas. En su caso, casi que una obsesión. Durante más de cinco temporadas jugó con un modelo antiguo, una pieza de color rojo, blanco y negro con el que ganó el Abierto de los Estados Unidos 2009. Pero esas raquetas cargaron muchas horas de uso, se gastaron, se fueron venciendo hasta quedarle dos o tres sanas; el tandilense intentó cambiarla, pero nunca terminó de convencerse y dio ventajas. En 2015, luego de que los ingenieros de la empresa que lo patrocina le confeccionaran raquetas personalizadas, las reemplazó, pero por tan sólo cuatro partidos [tres en Sydney y uno en Miami], ya que luego se operó la muñeca izquierda y estuvo inactivo. Ahora sí, ya de regreso al tour y con 21 singles disputados en el año, Del Potro luce sus nuevas armas.
A medida que una raqueta se va utilizando, las fibras internas se van fatigando y dañando debido a la deformación que sufre el marco en el impacto. La raqueta se vuelva más flexible, pierde rigidez y despide menos. En el caso de Del Potro, por ejemplo, sus raquetas sufren más de lo normal por la potencia de sus tiros y porque encuerda con mucha tensión. Antes de empezar a utilizar las nuevas, el ex número 4 tenía sólo un puñado de raquetas en el bolso, raspadas en los extremos y con los grommets -orificios por donde pasan los encordados- estropeados. Entre entrenamientos y partidos, hacía malabares por tener siempre una pieza lista. “Das mucha ventaja con pocas raquetas. Porque normalmente los jugadores top ten agarran ocho o diez raquetas y las cambian cada tres o cuatro meses. Todas nuevas. Y eso yo no lo pude hacer durante mucho tiempo. Después también hay momentos de calentura que te dan ganas de romper, no sé si una seguidilla como Baghdatis en Australia, de seis o siete, pero también…, bueno, yo no podía. Pero ahora de a poco me estoy armando de nuevo, estoy encontrando mi raqueta. Y eso me da una tranquilidad. Puedo cambiarlas tres o cuatro veces por partido”, explicó Del Potro ante la consulta de LA NACION.
Del Potro estaba limitado sin una cantidad razonable de sus herramientas de trabajo. “Estaba con la presión de que terminaba mi calentamiento y esa misma raqueta tenía que mandarla a encordar y que me llegara justo a tiempo para poder empezar el partido -reveló, en Pesaro-. Y quieras o no, eso en la cabeza te juega un poco. Y ahora por suerte estoy tranquilo, tenemos un buen encordador (Luis Pianelli) y nos atiende a todos muy bien. El día que tenga muchas raquetas se las puedo regalar a mis amigos. Así que ojalá llegue ese día”.
“Hay momentos de calentura que te dan ganas de romper la raqueta; bueno, yo no podía” confesó Del Potro
Las flamantes raquetas del jugador que regresó a la Copa Davis luego de casi cuatro temporadas, fueron elaboradas en el laboratorio de Wilson, en Chicago. Y todo el proceso estuvo supervisado por Ron Rocchi, un experto en la materia y referente de la compañía estadounidense. Es más, Rocchi es el mismo ingeniero que diseña las de Roger Federer y Kei Nishikori, entre otros jugadores top. Las raquetas de Del Potro son muy pesadas: 370 gramos. “No aguantás ni media hora con estas, se te cae el brazo”, bromeó Del Potro ante LA NACION. Además, desde que regresó al tour luego de las cirugías de muñeca, utiliza cuerdas mitad de tripa y mitad sintética, cuando antes sólo usaba de estas últimas. ¿Cuál es la diferencia? El encordado de tripa [con el intestino de dos vacas y media alcanza para hacer sólo un encordado, y lleva dos meses de producción, con químicos especiales] no es tan duro como el sintético y es más confortable para la muñeca. En definitiva, despide más con menos esfuerzo y eso, hoy es una gran ayuda para Del Potro.