Para algunos la popular frase “la belleza duele” es válida a la hora de lograr resultados estéticos. Sin embargo, algunos elementos creados a lo largo de la historia y que fueron utilizados tanto por hombres como mujeres representan una amenaza para la salud.
Un repaso por las piezas fashion más riesgosas:
Hoy adoptan diversas versiones y los especialistas recomiendan que la altura no sea mayor de 5 centímetros. Pero antes de los stilettos como los conocemos existían los chapines, un calzado rígido con una esctructura de plataforma, muy inestable a la hora de caminar, lo que generaba diversos accidentes.
Corsés: la pieza fetiche de la reina Maria Antonieta y furor en el siglo XVII era símbolo de belleza y estatus. Dio origen al término el pecho jadeante victoriano, “provocando indigestión, constipación, mareos frecuentes por dificultades al respirar e incluso hemorragias internas”, puntualizó Strevens en su libro.
En 1874 se publicó una lista de 97 enfermedades atribuidas al uso del corsé. En la actualidad existe un fénomeno perjudicial para la salud conocido tightlacing, que permite achicar la cintura de manera antinatural generando consecuencias irreversibles en la morfologia corporal.
‘Bases’ blancas: en el siglo XVIII la tez pálida era el objetivo de miembros de la nobleza, de cortesanos y de la burguesía. En su afán por conseguir una piel perfecta, se utilizaban productos de alta toxicidad que “destrozaban la salud”, ya que estos polvos blanqueadores estaban hechos a base de plomo, famoso por su opacidad. También adoptaban otros productos como el vinagre y bismuto -otro elemento químico nocivo- para lograr un efecto artifical.
Sombreros locos: mucho antes de que ganara popularidad en el clásico infantil “Alicia en el País de las Maravillas” esta prenda reinaba en la moda masculina de los siglos XVIII y XIX.
El mercurio era utilizado en la producción de fieltros y la prolongada exposición al elemento químico llevó a lo que fue llamada “la enfermedad del Sombrerero Loco”. Entre los síntomas se incluían temblores, timidez patológica e irritabilidad, lo cual puso en duda la versión de que el excéntrico personaje de Carroll padeciera el mal.
Vendas en los pies: la costumbre china fue prohibida oficialmente en 1912. A partir de los 4 años las madres empezaban a doblar las extremidades de sus hijas como medio de conseguir estatus social, revelando que una mujer no necesitaba sus pies para trabajar. Sin embargo, la práctica continuó un tiempo más realizándose de manera secreta.
Collares para alargar el cuello: las llaman las mujeres de cuello de jirafa o las padaung, su nombre en birmano, calificativo que detestan. En realidad pertenecen a la etnia kayan, y se sienten orgullosas de su cultura. El estiramiento del cuello es una práctica cómun, que comienza a partir de los 2 años y se logra de manera paulatina a partir de aros metálicos.
El efecto visual que se consigue es el de un cuello estilizado y más largo de lo normal, lo cual se traduce en un símbolo de belleza y riqueza. Sin embargo, los cambios son irreversibles y con el tiempo provocan una opresión de las clavículas hacia la cavidad torácica.
Pelucas empolvadas: cuando el rey Luis XIII de Francia comenzó a perder su cabello en el siglo XVII decidió adoptar el uso de este accesorio que fue popular tanto en hombres como mujeres. Las condiciones de higiene eran precarias y jamás se lavaban. De hecho, para ‘limpiarlas’ lo hacían con una mezcla de orina y cenizas. Esto hacía que todas sus prendas estuvieran plagadas de piojos y liendres, pasando en la mayoría de ocasiones al cabello e infectándolo por completo