Se suele decir que los ojos humanos son una máquina cuasiperfecta, la obra maestra de la evolución, pero no se sabía exactamente hasta dónde llegaba su capacidad de captar estímulos visuales. Pues como revela una investigación publicada en la revista Nature Communications, están aún mejor afinados de lo que se pensaba: perciben hasta fotones individuales, las partículas indivisibles de la luz.
“Eso no se puede definir como ‘ver’, es casi un sentimiento, en el umbral de la imaginación”, ha descrito, asombrado, Alipasha Varizi, el físico de la Universidad Rockefeller de Nueva York que no solo ha dirigido el estudio, sino que ha experimentado la sensación “monofotónica” en primera persona.
Tras mantener a tres voluntarios en una habitación a oscuras durante 40 minutos, Varizi y su equipo empezaron a pulsar un botón que les hacía escuchar dos sonidos separados por un segundo. A veces, uno de esos sonidos venía acompañado por la emisión de un fotón. Aunque estas partículas elementales no siempre alcanzan las células más fotosensibles de nuestro ojo, los bastones –también hay conos, más especializados en captar el color–, los participantes en el estudio respondían que registraban los fotones con una seguridad y frecuencia estadística que aleja el resultado del mero azar.
Antes ya se había comprobado que los bastones de los vertebrados –en concreto, de las ranas– se activaban cuando les impactaba una sola partícula, pero faltaba por averiguar si la señal viajaba hasta el cerebro o era filtrada por la retina al considerarla “ruido”. Según los expertos, este trabajo también puede inaugurar un nuevo campo de investigación: el que lleve a saber de qué manera afectan las propiedades cuánticas de los fotones –como la posibilidad que estén en dos sitios a la vez– a la biología.