El running se volvió la actividad predilecta entre los entusiastas que buscan un estado físico ideal. También sedujo a muchas otras personas que antes no habían encontrado ese encanto en el gimnasio ni en un deporte. Por más que los beneficios son múltiples, el running en la ciudad puede tener una gran desventaja.
En una ciudad, el asfalto se convierte en la principal superficie elegida. Más bien, casi siempre es la única que se tiene en cuenta. Su constante golpeteo, en la pisada firme, contra el suelo puede repercutir en lesiones en las distintas articulaciones.
“Correr siempre en asfalto puede ser peligroso porque lesiona los ligamentos por desgaste y aumenta el riesgo de sufrir, por ejemplo, un esguince. También puede agravar la situación de una columna vertebral fuera de lo normal y potenciar el dolor en la zona lumbar”, explicó la licenciada en preparación física y alto rendimiento Claudia Lescano.
“Entrenar para correr y no correr para entrenar”, remarca la especialista como un axioma de la actividad física. Sin embargo, correr en asfalto no es la única opción en las ciudades. Emerge una posibilidad que hasta entonces no era ni siquiera considerada: hacerlo en el agua.
Lescano recomendó variar la superficie cada 15 días, ya sea en pasto, arena y hasta agua, tanto para escaparle al asfalto como en búsqueda de salir de la zona de confort y darles nuevos estímulos a los músculos.
“Correr 15 minutos en una pileta con el agua a la altura de la cintura equivale a una hora de running en tierra por el enorme gasto energético y el estrés que le causa al cuerpo”.
De hecho, “el running acuático” es una rutina de entrenamiento que aterrizó en distintos deportes profesionales. Por ejemplo, los distintos clubes de fútbol adaptaron la actividad y ejercitan a sus jugadores en una pileta habitualmente con la idea de modificar el tipo de ejercicios y crear situaciones nuevas.
Ya sea en asfalto o en agua, Lescano resaltó la importancia de fortalecer ligamentos y tendones antes de la actividad física para evitar lesiones y destacó la importancia en una rutina del “el entrenamiento propioceptivo”, que consiste en generar situaciones inestables como trabajar sobre un solo pie o en cambios de dirección permanentes con el objetivo de fortalecer ligamentos y tendones.