“La pornografía de Internet tiene más formas de subir la dopamina que la novedad sexual simple”, expresó el investigador durante una conferencia realizada en la ciudad de México.
Al ofrecer al usuario la visión de diferentes experiencias sexuales, “desde fetiches a extrañas filias perturbadoras, internet puede provocar ansiedad y aumentar los niveles de excitación sexual” elevando “de manera más rápida” la dopamina “que en el sexo tradicional”.
“La pornografía de alta velocidad también permite controlar la dopamina con el ratón del ordenador. Esto no podíamos hacerlo ni con las revistas, ni con los encuentros reales”, añadió.
A la inversa, cuando el humano se enfrenta a la interacción con otra persona, no tiene a disposición esos recursos y, por tanto, la dopamina sube de manera más lenta o no sube, generando la disfución.
Wilson sostiene haber hallado siete estudios que “encontraron un salto consistente en el ratio de disfunción eréctil”, que pasó del 14 al 36 por ciento desde la llegada del porno por internet.