La NASA sale a la caza de un asteroide que podría impactar contra la Tierra

La misión busca investigar a Bennu, que tiene 5 cuadras de diámetro. Podría llegar en 120 años. Su composición ayudaría a entender el origen de la vida y los océanos.

Una sonda espacial no tripulada, inspirada en un vaso descartable, partirá rumbo a un asteroide cercano llamado Bennu, que en unos 120 años podría impactar contra nuestro planeta. Su mandato es recolectar polvo espacial que podría esclarecer cómo fue que hielo y carbón, materiales necesarios para fundar la vida, llegaron hasta nuestro planeta. La nave de 2.110 kilos será lanzada a bordo de un cohete Atlas V 411 desde Cabo Cañaveral, el 8 de septiembre.

La OSIRIS-REx (acrónimo de Origins, Spectral Interpretation, Resource Identification, Security-Regolith Explorer) es la tercera misión –después de New Horizons y Juno, que el sábado completó con éxito la mayor aproximación a Júpiter de las 36 que se esperan– del programa New Frontiers, cuyo objetivo es proyectar expediciones con naves no tripuladas para el estudio del Sistema Solar. Su costo es de 800 millones de dólares, sin contar el lanzador.

Según informa el principal investigador de la misión y profesor de Ciencia Planetaria en la Universidad de Arizona, Dante Lauretta, la nave llegará a Bennu, cuyo nombre está asociado una ave mitológica del Antiguo Egipto, en agosto de 2018 y recopilará muestras del material rocoso de su superficie. El cohete orbitará 365 días alrededor del Sol y aprovechará el campo gravitacional de la Tierra para impulsarse hacia el asteroide, cuyo diámetro ronda los 510 metros. El estudio de los objetos próximos a la Tierra (NEO, por Near Earth Object) despierta gran interés astronómico porque son los cuerpos que más posibilidades tienen de ser visitados por una misión tripulada en la próxima década. OSIRIS-REx podría ser el precursor de la primera expedición tripulada más allá de la Tierra desde la era de Apolo.
“Bennu puede contener los precursores moleculares para conocer el origen de la vida y de los océanos de la Tierra. Además, es uno de los asteroides más peligrosos, ya que es relativamente alta la probabilidad de que impacte con la Tierra en el siglo XXII. La misión OSIRIS-REx determinará las propiedades físicas y químicas de Bennu, fundamentales en caso de necesitar una misión para mitigar su impacto”, explicó el equipo detrás de los controles. El asteroide pasará entre la Tierra y la Luna en 2135 y su impacto equivaldría a 3.000 millones de toneladas de explosivos. Sería devastador para una área local, pero no tendría capacidad para acabar con la civilización.

OSIRIS-REx no aterrizará sobre el asteroide sino que permanecerá a metros de la superficie. “Nos acercaremos a Bennu, lo estudiaremos y elegiremos el lugar más seguro y más interesante científicamente para recoger una muestra”, resume Gordon Johnston, encargado del programa en la sede de la NASA. A través de un brazo robótico, en 2020, hurgará en la capa de materiales no consolidados que descansa sobre roca sólida. Tanteará los depósitos minerales y mediante un flujo de nitrógeno gaseoso intentará succionar porciones de regolito que serán tamizadas por un filtro y guardadas en la Cápsula de Retorno de Muestras.

El contenido de nitrógeno alcanza para tres intentos, en los cuales se pretende obtener un mínimo de 60 gramos y un máximo de 2 kilos. El contacto entre la sonda y el asteroide durará cinco segundos. El gran desafío es la gravedad cero. Ante su ausencia, el dispositivo podría esparcir el polvo en lugar de recolectarlo. Una vez cosechado el botín, la sonda emprenderá el regreso en marzo de 2021 para retomar la órbita terrestre en septiembre de 2023. “Tres cuartos de la muestra serán apartados para futuros investigadores, para buscar respuestas a las interrogantes científicas que aún siquiera nos hemos planteado”, indicó Johnston.

La sonda portará cinco instrumentos: un LIDAR, un espectrómetro de rayos X, más tres cámaras ópticas e infrarrojas. Una de ellas, llamada PolyCam, será de largo alcance y obtendrá imágenes del asteroide desde una distancia de 2 millones de kilómetros y tomas de alta resolución del lugar de donde sea obtenida la muestra con el brazo retráctil.

Por: Marcelo Bellucci