Un lugar sin igual, único, en donde la humanidad tiene posada su mirada desde hace mucho. Un lugar con muchos tesoros. Se trata de Europa. No el viejo continente, sino una de las cuatro lunas de Júpiter descubiertas por Galileo Galilei en 1609, momento en que el inolvidable y genial italiano apuntó al cielo con un instrumento inventado por un holandés. Ni más ni menos que el telescopio. Europa, junto a Calixto, Ganímedes e Io, conforman las cuatro lunas Galileanas; los cuatro satélites naturales más grandes de las varias decenas con las que cuenta el gigante del sistema Solar. Pero de ellas, sin duda alguna, Europa es la que más nos atrae, la que más nos invita a soñar en viajar algún día a dicho lugar. ¿El motivo? Contiene un tesoro invaluable: agua en estado líquido. Y en enorme cantidad. Si bien esta luna es algo menor a la terrestre, todas las evidencias indican que la cantidad de agua líquida que contiene equivale al menos a dos veces la existente en todos los océanos de la Tierra. Algo impresionante.
Este inquietante lugar en nuestro barrio estelar está cubierto de una corteza de hielo de aproximadamente un centenar de kilómetros y se cree que por debajo de la misma existe un enorme océano de agua líquida, lo cual abre las más grandes expectativas en cuanto a la posibilidad de hallar algún rastro de vida. El hallazgo de las “plumas de agua” en Europa son sin duda alguna un paso más en el intrincado y desafiante camino por hallar las respuesta a uno de nuestros más grandes interrogantes como especie: ¿estaremos solos en el inmenso mar cósmico?
Por: Diego Bagú, Director de Gestión del Planetario Ciudad de La Plata.