La idea del “amor libre” -proclamada en la década del 60 por la contracultura estadounidense- parecía una moda pasajera en oposición a las prácticas conservadoras y a la idea de felicidad basada en la familia y en el patriarcado. Los años posteriores a esa agitación y al “flower power” parecían solo dar cabida a las feministas y a la militancia homosexual que pugnaban por derechos y más visibilidad pública. La heterosexualidad guardaba sus prácticas en el otro closet, el de lo “políticamente correcto”. Posteriormente, se fueron visibilizando nuevos modelos de relación. En estos tiempos que vivimos, ya es imposible ocultarlas.
Poliamorosos, pansexuales, multisexuales, asexuales, heteroflexibles, swingers… las “relaciones abiertas” se constituyen en distintas maneras de vivir libremente la sexualidad. Hablo de sexualidad y no de sexo, es decir, elecciones que se basan en deseos, acuerdos internos (búsqueda de congruencia subjetiva) y externos (acuerdos con la o las parejas).
Las personas que buscan otras maneras de vivir su sexualidad se aventuran hasta encontrar aquella que colma sus expectativas, pero nada entra en el marco rígido. Es posible entonces que la búsqueda contemple muchas dinámicas.
Historia de las parejas abiertas
Las parejas abiertas surgen primero entre los homosexuales como una opción no signada por la concepción heterosexual de la pareja (basada en el matrimonio, la procreación y el patriarcado). Los integrantes de estos vínculos se daban permiso para tener experiencias sexuales fuera del ámbito de la relación, siempre y cuando no se ocultara o se mintiera al respecto. La franqueza debía ser parte insoslayable del acuerdo. También en los sesenta la pareja de filósofos existencialistas Sartre-Beauvoir, fieles a la libertad defendida esa corriente de pensamiento, daba a conocer los códigos amorosos abiertos de su relación.
La apertura de los patrones heterosexuales fue abriéndose a esta alternativa. Y no son swingers, ni poliamororos -en estos últimos tipos de pareja, hay enamoramiento de varias personas-. En las relaciones abiertas cada una de las partes puede tener encuentros sexuales con un tercero, siempre y cuando no se enamore y no falte al acuerdo de “la verdad ante todo”.
Una cuestión de códigos
En una pareja abierta los detalles no se cuentan, solo se hace referencia a la salida y hasta puede incluir con quién fue (o no). No tiene como fin provocar al otro contando los pormenores sexuales con el tercero. Uno de los motivos que esgrimen las personas que gustan de estas prácticas es ampliar con otro la variedad de opciones sexuales.
Nuevos acuerdos, nuevas aperturas
En estos tiempos las posibilidades amorosas y sexuales se amplían hacia límites insospechados. Si antes los adultos con parejas sólidas eran los más propensos a buscar estas opciones, hoy vemos que los jóvenes se animan sin prejuicios y con la convicción de que seducir -o estar con un tercero- es válido siempre y cuando se lo comunique a su pareja.
Es posible que esta movida juvenil tenga que ver con una búsqueda de un estilo de amor y de expresar la sexualidad, hasta que se afiance un estilo de funcionamiento; aún así la dinámica podría ser más móvil que en las generaciones anteriores. Sin duda el cuerpo y la experiencia subjetiva se resisten a ser dominados y a ceñirse a mandatos fijos. Los tiempos cambian porque las personas se dan permiso para el cambio.
Dr. Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo.