Según el Diccionario de la Lengua Española, mentir es “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”. Es decir, algo que no es verdad, con intención de engañar. Por lo tanto aquel que engaña o confunde sin ser consciente de hacerlo no miente, simplemente trasmite a los demás su propia equivocación.
Por otro lado engañar es “dar a la mentira apariencia de verdad o inducir a alguien a tener por cierto lo que no es”, es decir, que el engaño incluye la voluntad y la intención de distorsionar la realidad.
Lo cierto es que muchas veces se combinan tan armoniosamente, que se convierten en herramientas potentes para lograr beneficios que quizá, diciendo la verdad, suponemos que no podríamos lograr. Por eso, hay que tener en cuenta cómo es la relación que cada persona mantiene con la mentira.
Hay quienes recurren a ella cuando ésta es compasiva o cuando le proporciona resultados positivos, sin generar engaño, pueden ser destructivos al emplearla. Todo depende y varía de una persona a otra, y por ende, de la intencionalidad que se le dé.
El temor a no ser aceptado lleva a muchas personas a mentir o falsear la realidad
“Quien oculta la verdad retiene parte de una información que para el interlocutor puede ser importante, pero no falta a la verdad. Quien falsea la realidad da un paso más al emitir una información falsa con etiqueta de real”,sostuvo la psicóloga Adriana Guraieb en su libro “Parece mentira”.
Pero no cualquiera miente, hay personalidades que tienen una mayor facilidad para hacerlo: cuanto más insegura es una persona y menos acepta su condición de ser, de pertenecer, su estatus económica o social es más proclive a inventar. Todo lo anteriormente mencionado les da vergüenza y para “tapar” esos miedos y fantasmas recurren a ella.
También hay que tener en cuenta que la comunicación puede llegar a generar “malos entendidos”. “Se pueden generar muchas mentiras porque el lenguaje es amplio y limitado al mismo tiempo. A veces quiero decir una cosa y el otro traduce otra. La otra persona entiende perfectamente lo que se le dice, pero no le gusta porque siente que lo están ordenando o mandando y no le gusta. Tal vez la intención del interlocutor no es esa pero ya se creó el problema”, explicó la especialista.
Sin embargo, darse cuenta de que se está siendo víctima de un engaño, no es tan fácil: todo depende del grado de sospecha, desconfianza o credulidad que se tenga. “Esto que yo llamo credulidad es un mecanismo de negación de la realidad. Si yo estoy mirando para otro lado simbólicamente y no me quiero dar cuenta, no me voy a dar cuenta”, dijo Guraieb.
Y agregó: “Paul Ekman, un psicólogo norteamericano, realizó un estudio sobre la mentira a descubrir en los rasgos fisiológicos del cuerpo, especialmente del rostro. Se tienen que dar varias de las características ya que con una sola no es suficiente. Un pestañeo constante, ruborización, taparse la boca o cambiar de tema son algunos de los mecanismos más usados”.