Además de para proteger nuestro planeta, observar y estudiar los objetos cercanos a la Tierra, -NEOs por sus siglas en inglés-, nos proporciona pistas sobre nuestros propios orígenes, ya que albergan incontables secretos sobre la historia del sistema solar y sus procesos de formación. Además, tomar contacto con muchos de estos cuerpos celestes se presenta una tarea más asequible incluso, que alcanzar nuestra propia Luna.
En este sentido la misión Impacto de Asteroides (AIM), nace con el objetivo de estudiar el sistema binario bautizado como Dídymos, formado por un asteroide principal, de 800 metros de diámetro, y una luna propia conocida por “Didymoon”, de otros 170, y que alcanzarán su punto más cercano a nuestro planeta en el año 2022.
AIM es la contribución de la Agencia Espacial Europea al programa espacial internacional AIDA (Asteroid Impact and Deflection Assessment), que en un trabajo conjunto con la NASA, el Centro Aeroespacial Alemán (DLR), el Observatorio de la Costa Azul (OCA) y el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad de Johns Hopkins, busca una mejor comprensión de los asteroides, y en el caso de los NEOs, la obtención de la mayor cantidad de información posible para el diseño de técnicas de desvío de sus órbitas ante una posible amenaza futura para el planeta Tierra.
¿Cómo modificar la trayectoria de un asteroide?
En palabras de Stephan Ulamec director del proyecto Philae: “La misión es todo un reto”. Dicha empresa, la cual implicará el uso de 2 naves, aprovechará la confluencia de la gran proximidad de Didymos para poner a prueba una nueva tecnología para el desvío de asteroides desarrollada por la NASA. La bautizada como “técnica del Proyectil Cinético”, se desarrollará al amparo de la misión DART (Double Asteroid Redirection Test).
Con la ayuda de una cámara y un sofisticado software de navegación autónoma, el cometido de la nave espacial de la misión DART será impactar deliberadamente en la pequeña luna de Dydimos a una velocidad de aproximadamente 6 km/s.
DART será la primera misión espacial capaz de desviar un asteroide a partir del impacto de una nave usada a modo de proyectil. Los astrónomos prevén que la colisión pueda provocar un cambio en la velocidad de la pequeña luna así como en la dirección de su órbita alrededor del cuerpo principal de entre el 1 y el 10 por ciento, suficiente para ser medida por los telescopios situados en la Tierra.
Por su parte, la sonda AIM de la ESA contará con la tarea de observar el sistema de asteroides antes y después del impacto, tomar imágenes del cráter, estudiar el polvo formado y lanzar un módulo, el MASCOT-2, equipado con un radar de baja frecuencia para estudiar la estructura interna de Didymoon.
Según los cálculos de los científicos, al dirigirse el impacto a la pequeña pequeña luna del sistema binario, no existe posibilidad de que el experimento pueda suponer un peligro para la Tierra.
Pensando como civilización
No se trata esta de la primera ocasión en la que la humanidad fija su atención en los asteroides. Las misiones Hayabusa de la Agencia de Exploración Aeroespacial Japonesa (JAXA), Dawn de la NASA o Rosetta de la ESA sientan los precedentes de los programas AIM y DART, que siendo misiones de coste reducido, suponen una prometedora mirada a los años venideros de la exploración espacial.
Para el doctor Junichiro Kawaguchi, responsable principal de la misión Hayabusa de la JAXA, las perspectivas son halagüeñas: “AIM, dirigida hacia un asteroide doble, abrirá una nueva página de un libro no abierto hasta entonces”. “Estamos seguros de que el proyecto AIM y otros retos similares van a ampliar aún más nuestro conocimiento del universo”, añade.
El estudio de los asteroides se presenta como un reto importante para el futuro de la humanidad. Andrea Accomazzo, jefe de la División de Misiones Solares y Planetarias del Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC) y director de operaciones de Rosetta se muestra así de rotundo: “estoy convencido de que esta misión tiene un papel enormemente importante para el futuro de un tema tan candente como el de la defensa planetaria”. “Personalmente creo que esta es una de nuestras prioridades, no solo como agencias espaciales, sino también como sociedad: es uno de los aspectos que debemos tener en cuenta para preservar nuestro planeta para las generaciones futuras”, sentencia.
En estos momentos AIM se encuentra en fase B1. Se espera que a su finalización, en septiembre de 2016, el diseño de la sonda quede enteramente consolidado. Este se mantendrá a la espera hasta que en diciembre de este mismo año, el Consejo Ministerial de la ESA tome una decisión definitiva respecto a su aplicación.