El módulo Schiaparelli –que en los próximos días deberá atravesar la atmósfera marciana, calcular un descenso en paracaídas y desprenderse del escudo protector– es un plato ovalado de 1,65 metros de diámetro y 577 kilos de peso, cuya finalidad es probar las tecnologías que la industria espacial europea desarrolló en la última década.
La sonda ingresará este miércoles en la fina atmósfera marciana a una velocidad de 21.000 km/h y el despliegue de un paracaídas, el apagado de los motores y de los sistemas de propulsión irán frenando su descenso. El módulo viajará a unos 1.650 km/h cuando se encuentre a once kilómetros del suelo y su velocidad se reducirá a sólo 7 km/h al situarse a sólo dos metros de la superficie.
Esta unidad estática es una estación meteorológica para medir la velocidad del viento, los campos eléctricos atmosféricos, la radiación solar, más una antena para transmitir todos estos datos al TGO. Al carecer de paneles solares para abastecer sus baterías, sólo podrá estar operativo entre dos y ocho días.
La ExoMars se compone de dos misiones. La primera es la que está en curso, mientras que la segunda etapa, fechada en 2020, integrará un vehículo de exploración para disputarle el territorio al Curiosity de la NASA. La única vez que la ESA intentó aterrizar en Marte fue en 2003 mediante la sonda Beagle 2 y la misión no alcanzó su objetivo.
La argentina tiene un papel clave en esta misión ya que desde la provincia de Mendoza un equipo técnico brindará soporte de comunicación. Para realizar el seguimiento de la nave, la ESA instaló tres antenas que se sincronizan para seguir los detalles de la misión y coordinar sus movimientos. Hay una antena DS3 en Malargüe, hay otra estación similar en Cebreros, España y una tercera en New Norcia, Australia.
- Marcelo Bellucci