Los sentimientos por las raíces jamás prescriben. Siempre conservan vigencia, sosteniendo el vigor de los lazos afectivos más allá del desarraigo. Juliana Awada es una de las personalidades que no olvidan su pasado y reivindica, orgullosa, el valor de saber de dónde viene.
Más allá de que una lectura oficial rotularía su visita a la Embajada del Líbano como parte de la agenda de actividades en su rol de primera dama, para la esposa de Mauricio Macri su encuentro con las autoridades de la sede diplomática del mencionado país representó mucho más que una reunión estrictamente formal.
Awada, cuya historia familiar guarda una estrecha relación con El Líbano, fue agasajada con un almuerzo por el embajador Antonio Andary y por su mujer, Carol Khuori. “Para mí es un honor tener en mi sangre la cultura y todo lo que mi padre nos transmitió del Líbano. El estaría muy orgulloso de su familia”, reflexionó la primera dama ante un grupo de mujeres destacadas que asistieron al evento, entre ellas la hija de Nelson Mandela, Zenani Dlamini, quien además es embajadora de Sudáfrica en la Argentina.
Juliana aprovechó la ocasión para saludar afectuosamente a Stella, la cocinera que le preparaba kataifi, su postre favorito, cada vez que, de niña, Awada concurría al edificio, dada su cercanía con la familia del embajador de entonces. Los anfitriones le obsequiaron un cedro libanés en peltre con una reliquia de San Charbel, un santo libanés. Dos pueblos, claro, hermanados por la gratitud.