En un extenso artículo publicado en la edición papel de este martes, The Wall Street Journal realiza un análisis de la grave crisis sanitaria que atraviesa la Venezuela gobernada por el régimen de Nicolás Maduro.
Narra que hace unos meses, médicos del Hospital Universitario de la ciudad de Cumaná, al este del país,ayudaron a dar a luz a dos bebés prematuros que necesitaban incubación.
Sin embargo, debido a la escasez generalizada que castiga al país, el centro médico tenía sólo una incubadora en funcionamiento. El equipo de profesionales del hospital tuvo que tomar una drástica decisión: pusieron al más fuerte de los dos bebés en la incubadora mientras que el otro falleció pocos días después.
Escenas como esas suceden a diario. En los primeros cinco meses del año -el más reciente período del que hay cifras oficiales disponibles-, 4.074 bebés murieron en Venezuela antes de cumplir un año, 18,5% más que en el mismo período del año pasado y 50% más que en el mismo lapso de 2012.
La mortalidad infantil aumenta rápidamente en Venezuela, mientras cae en casi cualquier otra parte del mundo, una de las señales más alarmantes de la descomposición de las estructuras sociales y estatales de Venezuela.
La tasa total de mortalidad infantil de Venezuela, definida como muertes en el primer año de vida, es actualmente de 18,6 por cada 1.000 nacidos vivos, de acuerdo con las estadísticas más recientes del Gobierno. La cifra está muy por encima del extremo superior del rango que Unicef estima para Siria, un país en guerra, de 15,4.
Venezuela fue, en un momento, considerada un modelo de atención de salud en América Latina. Sin embargo, la escasez de moneda fuerte, provocada por los bajos precios del petróleo y años de mala gestión económica, ha provocado una escasez generalizada.
Las estadísticas sobre la mortalidad infantil en Venezuela son difíciles de conseguir debido a que el Gobierno ya no las reporta periódicamente. Los médicos de los hospitales estatales, donde nacen la mayoría de los bebés, a menudo son sancionados o amenazados con la pérdida del empleo por hacer públicos los datos.
La grave situación del sistema de salud -uno de los pilares de la llamada revolución bolivariana- se ha vuelto un secreto de Estado, con guardias armados que vigilan los establecimientos de salud y expulsan a los periodistas que logran entrar.
En septiembre, los venezolanos se indignaron ante fotos de recién nacidos en cajas de cartón en la maternidad del hospital estatal Domingo Guzmán Lander, en el estado Anzoátegui. El gobernador del pobre estado costero dijo que las cajas eran sustitutas de las incubadoras.
Los hospitales carecen a veces de agua potable y desinfectantes y, a menudo, de antibióticos y leche de fórmula para bebés.
Rosa Ángela Lara, de 18 años, tuvo en abril un niño saludable de tres kilos. Días más tarde, después de que manchas de un color púrpura azulado comenzaron a extenderse por su cuerpo,el bebé murió de una infección agresiva que se había propagado por todo el Hospital Universitario Antonio Patricio de Alcalá, en Cumaná.
“¿Cómo pueden decir que estaba bien y luego, de repente, ya no lo estaba?”, dijo entre lágrimas Lara, una estudiante universitaria.
Más de otros 100 bebés murieron aquí en los primeros cuatro meses del año, luego de que las enfermeras no pudieron comprar jabón y el suministro de agua sufrió interrupciones que duraban horas.
“Es una pesadilla”, dijo Ana Molina, pediatra que dirige la unidad neonatal. En septiembre, fallecieron 36 de los 43 recién nacidos que fueron puestos en cuidados intensivos en el hospital, según Luis Vegas, ex jefe de maternidad que todavía tiene acceso al registro epidemiológico.
En tanto, en el Hospital Raúl Leoni de Puerto Ordaz, los bebés se sofocaban en las cunas mientras la temperatura rondaba los 35 grados. El refrigerador no funcionaba, por lo que no se podía guardar leche. Los médicos dijeron que no había alcohol para frotar, antibióticos ni hisopos de algodón.Las muertes de bebés se han duplicado, pasando de 15 al mes en 2015 a 30 por mes este año, informaron los médicos.
“Si tuviéramos todos los insumos y equipos, es muy posible que estos bebés sobrevivieran”, dijo un doctor de Raúl Leoni.
La situación también presenta riesgos para las madres. Las muertes maternas relacionadas con el parto en los hospitales estatales son el quíntuple de lo que eran en 2012, según las estadísticas del Gobierno. La cifra contrasta con la tendencia global de una disminución de 44% desde 1990, según Naciones Unidas.
Hace unos meses, María de los Ángeles Carreño, una estudiante de 19 años de Porlamar, que vivía con su pareja,Jelfred Gil, estaba muy contenta por dar a luz a una niña a la que planeaba llamar Mía, según su familia. La ecografía y los informes médicos a los que tuvo acceso The Wall Street Journal indicaban que el embarazo progresaba normalmente.
En abril, sin embargo, comenzó a tener dificultades para respirar y su doctor se preocupó pensando que podía desembocar en un ataque de asma. Carreño fue llevada al Hospital Luis Ortega. Su estado empeoró y fue puesta en un coma inducido, dicen miembros de la familia. Tres días más tarde, los médicos empezaron a sacarla del coma y a inducir el parto.
Mía Milagros Gil Carreño nació prematuramente el 10 de abril, pesando 1,5 kilos. Sus dos pequeños pies fueron estampados en la partida de nacimiento. Con una buena atención neonatal, probablemente habría sobrevivido, dice el primo de su madre, pero una enfermera les dio una mala noticia: no había incubadoras disponibles. Mía murió tres horas después del nacimiento.
Más tarde, la condición de la madre comenzó a empeorar.Necesitaba oxígeno, pero los tanques de oxígeno estaban vacíos, cuentan familiares que les informaron en el hospital. Después de enterrar a la recién nacida, Lorenis Martínez, prima de Carreño, oró por ésta ante una imagen de la Virgen del Valle, patrona de la isla, en la penumbra de la sala de espera del hospital. Carreño murió, según los registros médicos, de un fallo multiorgánico causado por un choque séptico.
“Fue como si me dieran un puñetazo en el pecho”, dijo Martínez un mes más tarde, con un nudo en la garganta. “Las perdimos a las dos”.
(Artículo escrito por Sara Schaefer Muñoz – The Wall Street Journal)