En 15 años de carrera, Jonathan Fabbro cruzó el planeta como futbolista: Boca Juniors y River Plate, el Mallorca de España, los Jaguares de Chiapas en México, Cerro Porteño en Paraguay, país donde pasó la mayor parte de su carrera y donde está nacionalizado como ciudadano. Fabbro hasta llegó a la selección paraguaya entre 2012 y 2014, jugando unas pocas fechas. Su presente futbolístico no está tan mal tampoco: hoy el mediocampista, en pareja hace seis años con la modelo Larissa Riquelme, tiene por ejemplo una oferta del Atlético Nacional de Colombia en la mesa. Pero, si la Justicia de instrucción porteña lo dispone, toda esta ilustre carrera terminará con un par de esposas y un viaje en el asiento de atrás de un patrullero a los pabellones de un penal federal.
Esta mañana, el abogado Gastón Marano se presentó ante el Juzgado de Instrucción N° 32, a cargo del doctor Santiago Quian Zavalía, para pedir formalmente la detención del jugador. El motivo: una acusación que comenzó a tramitar en el Juzgado a principios de mayo pasado. La calificación es brutal: abuso sexual con acceso carnal agravado por vínculo. La víctima: una menor, una niña de su familia, de nueve a once años de edad al momento de los ataques, que habrían durado hasta el año pasado.
Marano, ex asesor de la Embajada de los Estados Unidos, profesor de derecho penal y experto en derecho internacional, actúa como querellante en representación de la madre de la niña. Un rumor que llegó a los oídos de la madre disparó el pedido de arresto: Fabbro había vuelto al país. Infobae lo confirmó mediante testigos; el futbolista llegó a Aeroparque el miércoles por la noche en un vuelo de la línea aérea Sol que despegó en Paraguay. La progenitora de la menor lo oyó, precisamente, de una ex pareja de Fabbro, que le marcó que el futbolista planeaba volver pronto al extranjero.
El abogado Marano pidió el arresto del futbolista, así como que se le prohíba salir del país para que sea indagado. Marano apuntó en el escrito presentado ante Quian Zavalía que existen “elementos de convicción suficientes para sostener la probabilidad de existencia del hecho”. La menor todavía no fue entrevistada en el contexto de una cámara Gesell.Sin embargo, Quian Zavalía tiene pruebas aportadas por la familia, que son contundentes.
Existen, por ejemplo, chats entre la chica y quien sería Fabbro: en esas conversaciones, el jugador le pide fotos. “A mi novio no le mando fotos así… pedile esas cosas a tu novia”, le espetó un día la menor, cansada de los pedidos. Sin embargo, accedió. Al menos una foto fue enviada, la menor vestida con el jumper de su escuela privada. Su hermano mayor fue quien descubrió el supuesto abuso, al ver a la chica chatear insistentemente, sospechando que lo hacía con un novio de la escuela. La indignación fue inmediata.
La chica eventualmente habló de los supuestos abusos y los describió a su familia en detalle. Los ataques habrían sido por vía oral, dijo entre lágrimas, desesperada.
No es la primera vez que Fabbro está involucrado en un hecho desagradable: atropelló y mató a una mujer que iba a bordo de una moto mientras conducía su Audi TT con patente paraguaya. Ocurrió en 2013, mientras jugaba como volante en River, en una ruta a cien kilómetros al norte de la capital de Santa Fe. La víctima, Mónica Depeller, tenía 23 años. Tras quedar detenido pocas horas en una seccional local, Fabbro siguió viaje. Su sueldo luego terminó embargado por 900 mil pesos.
En el curso de la mañana, el abogado Marano descubrió que su pedido llegaba tarde: Fabbro, con pasaportes tanto argentino como paraguayo, ya se había ido del país. Sin embargo, hay una peculiaridad en el expediente a cargo del juez Quian Zavalía: el Juzgado emitió a Migraciones la orden de informar cualquier movimiento del futbolista, cualquier cruce de frontera. Sin embargo, Migraciones no informó nada.
Si es que Quian Zavalía resuelve detenerlo, Fabbro se convertirá en un prófugo internacional por el delito de forzar a una niña de su propia sangre a practicarle sexo oral. El futbolista enfrentará una pena durísima si resulta culpable en juicio. El abuso con acceso carnal tiene un máximo de 15 años de cárcel en el Código Penal; el agravante del parentesco agrega cinco años más.