La Hepatitis C es una enfermedad que afecta progresivamente al hígado hasta provocar cirrosis así como cáncer de hígado. Se calcula que en Argentina hay entre 300 y 400 mil personas infectadas, aunque el problema mayor es que, al presentar síntomas silenciosos, más de la mitad no lo sabe.
“Es una enfermedad sin síntomas y el paciente puede convivir con ella durante años sin saberlo. El desafío actual es detectar la Hepatitis C en aquellos pacientes aún no diagnosticados. Por eso es clave testearse al menos una vez en la vida”, señala el doctor Adrián Gadano (M.N 70.130), presidente de la Asociación Argentina para el Estudio de las Enfermedades del Higado (AAEEH).
Esto es fundamental, sobre todo, porque al ser una enfermedad sub-diagnosticada, una vez que se detecta suele encontrarse ya en un estadío avanzado. Asimismo, las personas con infección crónica pueden tener síntomas no específicos, que van desde leves hasta severos, tales como fatiga, náuseas, pérdida del apetito, cefalea, dolor abdominal y síntomas similares a la gripe.
Por otro lado, a diferencia de la Hepatitis A o la B, la C no tiene vacunas, por eso se hace tanto foco en la concientización, la prevención y en su detección. “Sólo tenemos que pedirle al médico que incluya el test de la Hepatitis C en un análisis de sangre de rutina. Hoy podemos ofrecer a los pacientes diagnosticados la posibilidad de curarse con las nuevas drogas disponibles en nuestro país que son de alta eficacia y se toleran muy bien”, destaca el especialista.
Argentina cuenta con opciones terapéuticas orales libres de Interferón que han demostrado una tasa de efectividad superior al 95%. Estos tratamientos son de menor duración (duran 12 o 24 semanas) y tienen una mejor tolerabilidad que las terapias anteriores, agrega Gadano.
La enfermedad se contagia a través del contacto con la sangre de una persona infectada. “Se consideran en situación de riesgo aquellas personas que recibieron una donación de sangre antes de 1995, realizaron hemodiálisis, utilizaron de drogas inyectables o inhaladas, estuvieron expuestas a sangre infectada”, enumera el doctor.
A esta lista se suman los casos en los que la madre le pudo haber transmitido el virus al hijo, o donde se compartió elementos personales como afeitadoras o cepillos de dientes con una persona infectada, se realizó piercing o se utilizó agujas de tatuajes no debidamente esterilizadas o se realizaron procedimientos médicos con materiales inadecuadamente tratados.