Nuestra situación es crítica, ya que, por más de una década, hemos dedicado una gran cantidad de recursos fiscales no a promover la expansión de las nuevas energías limpias (eólica y solar), sino a subsidiar consumos energéticos contaminantes de origen fósil.
Estos subsidios absorbieron una enorme cantidad de recursos, que debieron haber sido orientados no sólo a la expansión de las energías limpias, sino también al financiamiento de inversiones para cambiar la matriz de consumo energético, alentando las iniciativas de conservación y eficiencia.
Nuestro atraso ambiental es notorio, no cuando nos comparamos con los países nórdicos, sino con otros países latinoamericanos, como Uruguay, que ha promovido exitosamente la generación eléctrica de origen eólico.
De cada 100 kWH que aumentó nuestra generación eléctrica desde 2003, nada menos que 91 fueron contaminantes, o sea que los combustibles fósiles contaminantes han cubierto casi totalmente el incremento del consumo eléctrico. El consumo de carbón para generar electricidad se multiplicó 15 veces; el de fueloil, 79 veces, y el de gasoil, 172 veces. Es muy preocupante tomar nota de que desde 2003 las emisiones contaminantes por la generación eléctrica aumentaron nada menos que un 272 por ciento.
Los subsidios energéticos fueron nocivos por dos razones. Primero, alentaron el consumo excesivo y además desalentaron cualquier iniciativa que permitiera reducir el consumo con inversiones en tecnologías capaces de conservar la energía, pero que no podían competir con energía fósil subsidiada, alentando así un consumo ambientalmente irresponsable.
Segundo, al subsidiar las energías fósiles se perjudicó la expansión de las nuevas energías limpias, porque los subsidios al consumo absorbieron los recursos fiscales y además quitaron competitividad a estas nuevas energías limpias, que sufrían la competencia desleal de tarifas políticamente determinadas muy por debajo no sólo de sus costos económicos, sino también de sus grandes costos ambientales.
Esperemos comenzar a transitar ahora por otro sendero, caracterizado por la responsabilidad ambiental. Ésta es la deuda que tenemos con nuestros descendientes, que tienen derecho a vivir en un mundo sin amenazas ambientales.
Por: Alieto Guadagni