Un equipo internacional de investigadores ha anunciado hoy las evidencias más antiguas de un cáncer y de un tumor óseo en todo el registro fósil humano, según informa la Universidad del Witwatersrand (Johannesburgo) en un comunicado.
Un hueso del pie fosilizado, de aproximadamente 1,7 millones de años de antigüedad y procedente de la cueva sudafricana de Swartkrans, constituye una evidencia definitiva de un cáncer maligno en un homínido o humano bípedo, aunque la especie exacta se desconoce.
Por otro lado, el tumor más antiguo hallado en un fósil humano corresponde a un neoplasma benigno, no cancerígeno, hallado en las vértebras de un niño de la especie Australopithecus sediba, de casi dos millones de años de antigüedad y procedente de la cueva sudafricana de Malapa.
“La medicina moderna tiende a asumir que los cánceres y tumores en los humanos son enfermedades causadas por los ambientes y estilos de vida modernos. Los recientes estudios demuestran que los orígenes de estas enfermedades se remontan a nuestros antepasados antiguos, miles de años antes de que existieran las sociedades industriales modernas”, afirma Edward Odes, uno de los investigadores de la Universidad de Witwatersrand.
Ambos estudios, el del cáncer y el del tumor, han sido publicados en South African Journal of Science.
El cáncer en el metatarso, en la cara media del pie, ha sido identificado como un osteosarcoma, una forma agresiva de cáncer que en los humanos modernos se presenta generalmente en individuos jóvenes y que si no se trata adecuadamente puede resultar en una muerte precoz.
“No sabemos si lo padeció un niño o un adulto, ni siquiera si causó la muerte del individuo, pero seguro que fue doloroso y afectó a su modo de caminar o correr”, expresa Bernhard Zipfel, otro científico de la Universidad de Witwatersrand.
Queda claro que estas enfermedades no son exclusivas de las sociedades industriales modernas
Respecto al tumor, el doctor Patrick Randolph-Quinney, de esta última universidad y de la Universidad Central de Lancashire (Inglaterra), explica que “la presencia de un tumor benigno en un Australopithecus sediba es fascinante no sólo porque se ha descubierto en la espalda, un lugar extremadamente raro en humanos modernos, sino también porque se ha detectado en un niño”.
Randolph-Quinney asegura que “en todo el registro fósil humano esta es la primera evidencia de una enfermedad semejante en un individuo joven”. El profesor Lee Berger, autor de ambos estudios, considera que “la historia de estos tipos de cánceres y tumores es claramente más compleja de lo que se creía”, pues hoy se asocian con la vida moderna y con la consecuencia de una vida dilatada.