Aunque es una cuestión que no nos pilla de nuevas, cuando la alerta es general y, como en este caso, abarca a especies tan importantes como tiburones, ballenas, atunes y similares, es casi inevitable estremecerse.
Realmente estamos acabando con el planeta, borrando del mapa a animales que sobrevivieron a un sinfín de problemas. Hasta que llegó el hombre a este mundo y comenzó su cuenta atrás. Se trata algo tan sencillo y tan complejo como eso. Tan corto de decir, de escribir, de pronunciar, y tan duro de asimilar.
El problema, como es bien sabido, abarca tierra, mar y aire. Y es que nunca el planeta ha perdido especies de forma tan rápida y grave. No, al menos, después de la última extinción en masa acontecida hace 66 millones de años.
La mayor ola de pérdida biológica
Entonces les tocó a los dinosaurios, y a otras especies que formaron parte del ecosistema, del mismo modo que les llegó el turno a los mamíferos. Hasta hoy. Con ello, se inició el principio del fin, si nos atenemos al camino que llevamos, según nos advierte la ciencia.
Actualmente, las extinciones se han disparado. Hasta superar una tasa mil veces superior a la considerada normal. Así las cosas, no extrañan las conclusiones a las que ha llegado este estudio de la Universidad de Stanford sobre el feo panorama que han encontrado en los océanos.
El trabajo demuestra que, en el océano, el ser humano es el principal culpable de las desapariciones. Por otra parte, una conclusión coherente con los constantes avisos que nos hace la ONU, normalmente aprovechando el Día Internacional de la Biodiversidad, alertando de que cada día se extinguen más de un centenar de especies animales.
Una situación dramática que, como hemos apuntado, nos alertan que constituye la mayor ola de pérdida biológica desde que desaparecieron los dinosaurios. En este trabajo estadounidense, el enfoque se pone en los océanos, y el resultado es para llorar mares.
Los modernos dinosaurios
El paralelismo con los dinosaurios es tal que es difícil resistirse a las metáforas. Además, creo que resultan oportunas e ilustrativas. Por un lado, los autores de este estudio, cuyos resultados publicaron el 14 de septiembre en la revista Science, tiene un marcado carácter histórico.
De hecho, estudia la cuestión desde un punto de vista evolutivo, para concluir que la biodiversidad marina a lo largo de las seis últimas extinciones en masa ha penalizado mucho menos que ahora a los grandes animales marinos.
El estudio de fósiles enseña que el tamaño de los animales y otras características biológicas pueden influir en la amenaza de extinción para dos de los principales grupos de animales marinos, como son los moluscos y los vertebrados.
Sobre todo, subrayan las diferencias encontradas entre anteriores extinciones y la actual, para finalmente afirmar que el océano moderno está sufriendo una extinción inédita de sus grandes animales. En contraposición a la extinción sufrida por las especies marinas más pequeñas, su ritmo de desaparición es mucho más alto.
Un nuevo fenómeno
Estas conclusiones han alertado a los científicos, pues se trata de un fenómeno que no se había producido nunca. La extinción selectiva, además, tiene un claro culpable: el ser humano.
Pero aún hay más. Los científicos han hallado también las causas concretas de este problema. Todo apunta, como diría un detective, a que el cambio climático no es la única causa.
Sin negar que tenga una clara influencia, los científicos apuntan a más razones. Todas ellas, eso sí, señalan al hombre. No es difícil adivinar por dónde van los tiros, pues la única diferencia entre las anteriores extinciones y ésta no es el cambio climático (ya lo hubo por razones naturales) sino la sobreexplotación del sistema.
Con ello se señalan los mismos motivos que ya se apuntaron para explicar la denominada sexta extinción. Junto al cambio climático, hemos de mencionar el abuso de recursos naturales, dentro del cual se encuentra la explotación del ecosistema.
A saber: la polución de los mares (basura, incluyendo los terribles plásticos, contaminación acústica, derrames de petróleo, pesticidas procedentes de los ríos, aguas residuales…) y, por supuesto, la sobrepesca.
En relación a la pesca, salen perdiendo las especies de más tamaño, dice el estudio. En efecto, los animales más castigados por la pesca suelen tener un mayor potencial nutritivo. Tiburones, ballenas, los atunes o moluscos gigantes se convierten en el objetivo.
Unas especies más que otras, por ejemplo se persigue especialmente a la ballena azul, el atún rojo, las almejas gigantes o el tiburón blanco, señala el trabajo. De nuevo, la comparación con los dinosaurios y otros grandes animales terrestres es inevitable. Si bien la investigación se centra en el mar, a lo largo de la historia han desaparecido sistemáticamente animales que reunían estas características relativas a su tamaño.
Los ejemplos son muchos, algunos a punto de hacerlo, y otros un simple recuerdo de los libros de historia. Entre otros, los bisontes, los mamuts, los tigres, los elefantes, o los rinocerontes. En esta ocasión por la caza, otro tipo de meteorito que, si se cumplen los pronósticos que la ciencia está haciendo, acabará teniendo un efecto boomerang antes de lo que imaginamos.
“Los estudios tienen la costumbre de enfocarse en tal o cual especie, pero es momento de enfocarnos en la biodiversidad como un todo. Solo así podremos darnos cuenta de lo destructivo que está siendo el ser humano y de los profundos e irreversibles cambios que está provocando”, concluyen sus autores.