¿Se puede extrañar un lugar que nunca visitaste? ¿Se puede extrañar un lugar que nunca visitaste y que además no existe? La respuesta es un rotundo sí. Porque ese es el poder de la ficción. De la buena ficción que, cuando es excelente además perdura en el tiempo y siempre vuelve. Todo eso y unas cuantas cosas más suceden con Gilmore Girls , la serie que después de siete temporadas, ocho años fuera del aire y un demorado pero justo reconocimiento ahora, con el estreno de cuatro nuevos episodios en Netflix , está ocupando el lugar de fenómeno televisivo que siempre debió ser. Es que la dramedy creada por la guionista Amy Sherman-Palladino centrada en el vínculo de Lorelei y Rory Gilmore, madre e hija y mejores amigas que viven en el encantador pueblito de Stars Hollow, tuvo un éxito moderado en sus primeros años en pantalla. Apenas la suficiente cantidad de espectadores para mantenerse en el aire por 153 episodios y crear fanáticos de por vida, que quedaron devastados cuando la serie terminó en 2007 con el capítulo “Bon Voyage” que no dejó contento a nadie de un lado y el otro de la pantalla. En ese episodio, para que los neófitos comprendan el amplio espectro temático de la serie, Rory (Alexis Bledel) recién salida de la Universidad de Yale, emprendía su primer trabajo como periodista profesional al sumarse a la cobertura de la campaña de un prometedor político, un tal Barack Obama. Y para despedirla, el pueblo entero de ese rincón de paraíso en Connecticut, le organizaba una fiesta en la plaza central. Una celebración de las muchas que ocurrieron allí. En ese punto de encuentro sobre el que giró la vida de las protagonistas y la de todos los personajes que las acompañaron durante años. Un universo tan variado y variopinto que cada uno de ellos hubiera merecido su propia historia. Todos esos que un buen día, cuando Netflix decidió producir cuatro nuevos episodios extralarge de la serie (cada uno dura 90 minutos), emprendieron el regreso a casa.