Shuan Wang, de 29 años, era un chino feliz. Entró al hospital donde estaba internado su esposa, el Hunnan Xinqum, en la ciudad de Shenyan. El hombre iba a ser papá por primera vez y estaría presente en el parto.
Llegó a la sala de espera, se anunció y se sentó aguardando para que lo llamaran. Un novato en estas lides el señor Wang, que estaba nervioso. De repente escuchó que lo llamaban por su apellido. Era un médico, que con la historia clínica en la mano, se acercó para buscarlo.
Lo llevaron a una sala y le ordenaron que se bajara los pantalones y se acostara boca abajo en una camilla. Todo muy raro. El propio Wang lo cuenta: ”Sentí que era extraño y pregunté por qué. Me respondieron que hiciera lo que me decían y que no perdiera tiempo”.
Por supuesto se acostó boca abajo en la camilla respetando el pedido de los médicos. Le colocaron una mascarilla en la cara y quedó dormido. Y sin que él lo supiera, los médicos procedieron a operarlo de hemorroides, aunque él no sufría del problema.
¿Cómo sucedió un error tan grave? Es que al mismo horario estaba agendado otro señor Wang, al que debían realizarle esa cirugía. Se equivocaron de persona. Al mismo tiempo que lo operaban, el hijo de Wang llegaba al mundo. Y él se perdió el momento mágico.
El señor Wang dice que cuando se despertó sentía un profundo dolor en la zona operada. Los médicos se enteraron del error cuando el otro Wang comenzó a los gritos porque su turno para ser operado ya había pasado hacía dos horas. Él estaba en ayunas y con ganas de terminar rápido con su cirugía.
Los médicos trasladaron al paciente equivocado junto a su esposa. Dolorido, y bajo los efectos de la anestesia, el señor Wang escuchaba el llanto de su hijo, pero ni siquiera tenía fuerzas para levantarlo.