El papa Francisco volvió a rechazar hoy la unión entre personas del mismo sexo, aunque le abrió las puertas a los divorciados y desean volver a tener una participación activa en la Iglesia Católica, dejando abierta la posibilidad de la vuelta a la comunión. El anuncio fue realizado en el marco de la exhortación apostólica titulada Amoris Laetitia, por los cardenales Lorenzo Baldisseri y Christoph Schoenbor.
“Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial”, planteó el pontífice en el que será el más comentado de los nueve capítulos en los que “Amoris laetitia” (“La alegría del amor”) recogió, en 324 párrafos, las conclusiones de los dos Sínodos de Obispos sobre la familia que Francisco encabezó en el Vaticano en 2014 y 2015.
“Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral”, enfatizó el obispo de Roma en el texto que lleva la impronta de la “misericordia” del Año Santo convocado hasta el 20 de noviembre.
“La Iglesia posee una sólida reflexión acerca de los condicionamientos y circunstancias atenuantes. Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada ‘irregular’ viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante”, sostuvo en la sentencia que sintetiza la apertura de la exhortación.
En esas situaciones, Jorge Bergoglio rescató a quienes “han hecho grandes esfuerzos para salvar el primer matrimonio y sufrieron un abandono injusto, o el de los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido”.
“Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que ‘el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos’, las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas”, profundizó Francisco en torno a la apertura hacia los divorciados, en la que los obispos y sacerdotes tendrán un rol clave.
“Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio”, reafirmó.
Francisco escribió así desde una posición superadora a las enfrentadas que plantearon los participantes del Sínodo y que continúa siendo motivo de tensión entre los defensores de una doctrina cerrada y los que plantean una apertura mayor, por las que el papa aseguró que “no debería esperarse del Sínodo o de esta exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos”.
Más allá de la posibilidad de apertura, el texto aclaró que “otra cosa es una nueva unión que viene de un reciente divorcio, con todas las consecuencias de sufrimiento y de confusión que afectan a los hijos y a familias enteras, o la situación de alguien que reiteradamente ha fallado a sus compromisos familiares”.
Si bien destacó que “debe quedar claro que este no es el ideal que el Evangelio propone para el matrimonio y la familia”, Francisco rechazó que el tema de los divorciados vueltos a casar se analice a la luz de “una fría moral de escritorio”, sino que pide “un discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso”, para el que llama a la reflexión de la Iglesia “sobre los condicionamientos y circunstancias atenuantes”.
Además del planteo central que abre las puertas de la Iglesia a los divorciados vueltos a casar, Francisco exploró en “Amotis laetitia” varios de los que considera “desafíos” para las familias, entre ellos la “necesidad” de la educación sexual, un mayor acompañamiento previo al matrimonio y la condena a “toda injusta discriminación” a la homosexualidad.
Para ratificar la pluralidad de posturas expresadas en el Sínodo y que Francisco debió contener por igual en el escrito, el pontífice afirmó que todas las intervenciones fueron un “precioso poliedro” que debe ser preservado, al tiempo que “no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones del magisterio”.
Con el llamado al “discernimiento pastoral y personal” y el llamado a atender los “casos particulares”, el Papa involucró a toda la comunidad eclesiástica en el proceso que plantea “mayor integración” y por eso dedicó el escrito “a os Obispos, a los Presbíteros y Diáconos, a las personas consagradas, a los esposos cristianos y a todos los fieles laicos”.