Los dos líderes religiosos soltaron las palomas blancas “como símbolo de paz y de reconciliación” en el monasterio de Khor Virap, a 41 kilómetros de la capital Ereván, y de frente al monte Ararat, que si bien es uno de los símbolos nacionales de Armenia está del otro lado de la frontera, aún cerrada, con Turquía.
Ese fue su último acto antes de volver al Vaticano, a donde se espera que aterrice a las 20.40 (15.40 hora argentina)
Ayer, en su discurso en la Plaza de la República de la capital armenia, el Pontífice se había manifestado a favor de la paz y de la reconciliación entre ambos países, luego de haber calificado como “genocidio” a la matanza y deportación de más de un millón de armenios en 1915 a manos del entonces imperio Otomano.
El Estado de Turquía es el sucesor legítimo del Imperio Otomano y siempre se ha negado a reconocer el genocidio cometido contra la minoría armenia durante la Primera Guerra Mundial. Según Ankara hubo excesos y abusos, pero no un genocidio planificado como tal.
Durante su visita, el Pontífice se refirió a la necesidad de reconciliación entre los dos pueblos, en medio de un pedido de paz general para al región del Cáucaso.
Ese fue uno de los ejes de la declaración conjunta que firmaron ambos líderes religiosos en la que criticaron la violencia en Medio Oriente y pidieron una solución pacífica para el conflicto en Nagorno Kabaraj, un enclave soberanista con mayoría de población armenia en Azerbaiyán.
La posición de Nagorno Kabaraj, en conflicto desde que ambos países se independizaron tras el desplome soviético de 1991, permanece en un estado de cese del fuego pero con tensión de los dos lados de la frontera. En los últimos tiempos el conflicto allí volvió a escalar y se cobró nuevas víctimas fatales.
Justamente el Pontífice planteó su visita a Armenia como la primera parte de un viaje al Cáucaso que culminará con su viaje a Georgia y Azerbaiyán entre el 30 de septiembre y el 2 de octubre próximos.