Su nombre hace alusión al momento en el que un monitor cardíaco no detecta más señales de vida, y en lugar de marcar el pulso del paciente presenta la tan temida línea horizontal. Pero parece que no lo bautizaron así solo para asustar, sino que la amenaza va en serio: se trata del Flatline, una nueva rutina de entrenamiento que promete ser la más difícil del mundo, y que solo puede practicar aquel que antes haya firmado un documento de exención de responsabilidades al gimnasio en caso de muerte.
“Ni pienses en venir a esta clase si no estás 100% confiado de la capacidad de tu cuerpo a ser exigido al máximo absoluto de sus posibilidades, y probablemente más allá”, advirtió David Cooper, una de las mentes detrás de la novedad. La rutina nació en su gimnasio de Londres y dura 45 minutos, pero muy pocos logran completarla. Con un chaleco de 12 kilos encima, los participantes se someten a una prueba de resistencia diagramada en un circuito con pesas, mancuernas, cuerdas, flexiones, pasadas de aceleración y lanzamiento de Atlas Stones –las famosas piedras pesadísimas que son muy comunes en las competencias que buscan al hombre más fuerte del mundo–. Y todo eso no una vez, sino cinco.
Entre los padecimientos más comunes durante una sesión de Flatline se incluyen la falta de aire, dolores en el pecho y vómitos; en casos más graves, desmayos o inclusive un paro cardíaco. Por eso, el gimnasio cuenta con paramédicos y cardiólogos listos para intervenir en caso de emergencia, y hay tubos de oxígeno en distintos puntos del circuito.
Flatline todavía no está en la Argentina, pero es cuestión de tiempo. Mientras tanto, la propuesta abre un debate: ¿es necesario padecer el ejercicio? Para algunos, el reto de salir airosos excede lo físico y significa una oportunidad de autosuperación, de demostrarse a sí mismos que no hay nada que no puedan hacer. “Muchos nos dijeron que soñaban con tener un cuerpo para el infarto. Bueno, con Flatline eso estará mucho más cerca de lo que pueden imaginarse”, enfatizó Cooper.