Como parte de la renovación de la grilla que lleva adelante la Televisión Pública, se estrena mañana a las 19 horas el programa “Ambiente y medio“, liderado por el biólogo Sergio Federovisky, que promete abordar las cuestiones más importantes en la agenda ecológica, sin evitar temas incómodos como la minería a cielo abierto y el monocultivo de soja.
Federovisky, uno de los expertos ambientales más reconocidos de la Argentina, asesor de Sergio Massa en temas ecológicos, estuvo en los estudios de InfobaeTV para hablar sobre este nuevo proyecto, analizar el compromiso del gobierno de Mauricio Macri en cuestiones “verdes” y cuál es la solución de fondo a la contaminación del Riachuelo.
—¿Cómo va a ser el programa nuevo que empezás en la Televisión Pública?
—Primero, estoy contento porque el programa tiene dos o tres elementos que merecen ser destacados, más allá de que lo conduzca yo. El primero es que es el único programa que hoy tiene la televisión abierta sobre ecología, y esto es paradojal, porque en un momento donde se supone que todo el mundo habla del tema, donde se supone que es uno de los problemas centrales que hacen a la preocupación política y social de la época, no hay nadie que hable del tema en términos específicos. La segunda cuestión es que se recupera lo que es el rol de la televisión pública, que es preocuparse de esos temas que son tranversales, permanentes, que tienen una importancia más contundente que la coyuntura, y yo creo que una televisión pública en serio tiene que ocuparse de la ecología, de la cultura. Y también, modestamente, creo que es un reconocimiento a una trayectoria de 30 años trabajando en el tema. Además creo que es destacable poder decir en la Televisión Pública aquellas cosas que probablemente molesten al Gobierno y molesten a más de uno, porque el tema de la deforestación tiene que ver con la soja, el tema de minería a cielo abierto es algo que perturba, y yo no estoy dispuesto a no hablar de esos temas.
—Hablemos de la agenda del Gobierno en materia ambiental. El presidente Macri prometió hacer del cambio climático una prioridad y también lanzó un plan de energías renovables, ¿realmente se está haciendo algo o son solo anuncios?
—Yo creo que, por lo menos hasta ahora, todo permanece en el plano de lo discursivo. En ese sentido, creo que está bien orientado, pero también me da la sensacion que hay mucho retraso en poner las cosas en la práctica. No todas las cosas pueden debatirse, muchas hay que empezar a resolver ya. Argentina tiene una de las matrices más regresivas en términos energéticos del planeta, prácticamente menos del 1% de la energía que se genera en nuestro país tiene que ver con fuentes limpias, algo que no sucede en ninguna parte de América Latina. Por citarte algunos casos, Uruguay está por encima del 30% de energía eólica de su matriz energética, y Costa Rica tiene el 44%. No estamos hablando de países ricos precisamente, no hay que compararse con Alemania. Y luego hay un montón de temas muy conflictivos en los cuales el Gobierno ha decidido no meterse seriamente, mas allá de lo que pueda hacer el ministro Bergman. Y cito dos: la minería a cielo abierto, con la particularidad de que la Ley de Glaciares sigue sin ser todavía aplicada en su totalidad, y este es un tema serio, porque hay una deuda allí de la Argentina y la clase política en su conjunto. Y otro tema es la Ley de Bosques, asociada al tema del modelo sojero. ¿Vamos a insistir con un modelo sojero creyendo que eso está independizado de una política ambiental, o vamos a entender que en la medida en la que que se siga imponeniendo, más allá de que por hay supuesto un beneficio para el agro, se está generando perjuicio para la Argentina en relación a la cantidad de bosques nativos que se pierden permantemente? Hoy la tasa de pérdida de bosques nativos está entre las más altas del mundo.
—Solés decir que más alla de que sea bueno que se aliente que el individuo tenga una conducta ecológica, lo que verdaderamente genera un impacto en el medio ambiente son las políticas de Estado.
—Bueno, precisamente el programa Ambiente y medio va a poner el acento en eso. Vamos a decirle a la gente que está muy bien que en la medida de lo posible separemos la basura en casa, que aportemos al reciclaje, que haga cosas, pero siempre sabiendo que una cosa es la política de Estado y otra cosa es el compromiso individual. Y que el compromiso individual no necesariamente modifica la conducta social. Yo siempre digo que la suma algebraica de conciencias ecológicas no cambia el sistema. Para cambiar el sistema hace falta una política de Estado. Generar conciencia ecológica es bueno, pero lo importante es tener políticas de Estado.
—¿Y cuáles serían los 4 o 5 puntos básicos de una política de Estado con respecto al medio ambiente?
—Lo primero es tener una política en relación a los residuos solidos de las ciudades que salga del gobierno nacional, porque el problema de la basura no es un problema municipal. Argentina tiene hoy al 80% de sus ciudades con quema de basura a cielo abierto y eso implica que no hay una política de Estado al respecto. Por eso decirle a la gente que separe la basura cuando después va y se la quema o, en el peor de los casos, se la lleva a un relleno sanitario, es claramente una hipocresía, es pedirle que haga algo que el Estado no hace. Otro punto tiene que ver con la energía. Y digo esto respetuosamente: el Presidente dice que no hay que andar en patas y en remera porque eso significa un derroche de energía; puede ser cierto en lo individual, pero yo me pregunto ¿dónde está la política de Estado en términos de eficiencia energética? ¿Dónde está la política para que el Estado en su conjunto, el sector público, reduzca la energía? Está demostrado que se puede reducir un 25% de la energía que hoy se gasta solamente en las funciones del Estado. Tampoco hay política de ahorro energético para la industria, o política de ahorro energético para el transporte, pero sí hay un reto a quien no apaga la luz a tiempo. Eso no funciona de ese modo. Una vez más, la conciencia individual no va a resolver el problema de la ausencia de una política de Estado. Lo mismo con el derroche de agua, y así sucesivamente.
—Vos has escrito, y hasta es el título de uno tus libros, que “el medio ambiente no le importa a nadie”. Más allá de la necesidad de políticas públicas, ¿cómo son los argentinos con respecto a este tema?
—Es que justamente, puede haber una sociedad interesada en el tema, y es necesario que al individuo común le preocupe, pero eso no se va a traducirse en la resolución de los grandes temas ambientales. Importa que le preocupe a quienes tienen la posibilidad de diseñar políticas públicas, porque la sociedad no tiene capacidad para resolver el tema del Riachuelo, eso lo tiene que resolver el Estado con políticas concretas con respecto a la industria y a las efluentes cloacales; la sociedad no tiene capacidad para resolver el problema sojero, sí puede protestar contra él, señalarlo. La sociedad tiene y ha tenido la posibilidad de obligar a instalar políticas de Estado en materia minera, con plebiscitos como el de Chubut en su momento, que hizo que Esquel no tuviese minería a cielo abierto. Ahora, el Estado se ocupa de hacer retroceder eso. Por eso, el punto es cuánto tenemos o no de políticas de Estado concretas en favor de que el interés de la gente tenga sentido y sea algo creativo.
—Mencionaste el tema del Riachuelo, y vos formás parte del Consejo Directivo de ACUMAR, el organismo encargado de su limpieza. Hubo hace algunos meses conflictos al inicio de la nueva gestión, ¿queria saber cómo estaban las cosas ahora y si alguna vez podremos ver limpio al Riachuelo?
—Creo que después de haber dejado atrás esos conflictos que vos señalaste, la dirección que se tomó es, en términos conceptuales, la correcta: avanzar en una política para dejar de contaminar, porque el tema del Riachuelo se resuelve dejando de contaminar. Está claro que hay un grupo de 200 empresas que producen cerca del 80% de la contaminación; hay que atacar, en el sentido ambiental claro está, esas 200 empresas, y lograr que generen un tratamiento que haga que lo que vuelquen al Riachuelo esté, por lo menos, en parámetros aceptables. Hoy claramente está por fuera de todo parámetro. El segundo elemento para dejar de contaminar tiene que ver con la carga cloacal que hoy tiene el Riachuelo. Hoy prácticamente los 6 u 8 millones de habitantes de la cuenca del Riachuelo vuelca sus efluentes al Riachuelo directamente, o a otros lugares de la cuenca, y que por lo tanto luego van al cauce central sin ningún tipo de tramiento, y eso es a causa de una desidia de Estado de por lo menos 50 o 60 años. Ahora, están en marcha planes para resolver eso, está en marcha un colector que va a construir AySA en los próximos 5 años. Si esos compromisos se cumplen, creo que podemos ver mejoras en los próximos 8 o 10 años. Está claro que el sentido en el que se va es correcto. Hay luego que tener voluntad para invertir lo necesario y para ir contra las empresas, aun a costa de saber que muchas de ellas van a utilizar el chantaje, decir que se van a quedar sin trabajo “X” cantidad de empleados, es muy importante que el Estado no ceda a ese chantaje.
—¿Por que durante tantos años los sucesivos gobiernos fueron incapaces de resolver el tema?
—Me da la sensación que se creyó que con soluciones cosméticas, que fueron las que se implementaron al comienzo de la creación de ACUMAR, se podía resolver la cuestión , encarararlo desde la imagen. Quitando los barcos hundidos, limpiando las márgenes, cosas importantes que había que hacer, pero que no era lo central; lo central siempre fue resolver la cuestión del agua, y el agua del Riachuelo hoy es 90% efluente cloacal e industrial, no tiene agua en términos naturales. Los países que han logrado encausar ríos altamente contaminados como Inglaterra con el Thames, lo han hecho con estos preceptos: hacer que las industrias larguen efluentes que sean aceptables y enfocarse en el tratamiento cloacal, no hay magia en esto.
—Es común ahora que las empresas hagan gala de una suerte de filantrocapitalismo, y que muchas de las iniciativas que respalden tengan que ver con cuestiones ecológicas, adoptando un discurso verde para mejorar la imagen de la marca y que esto los haga ver responsables y modernos. ¿Tenés miedo a veces que la cuestión ambiental sea una moda y que al no ver resultados, o por simple paso del tiempo, la gente se canse y pase a lo siguiente salga de agenda el tema?
—No solamente tengo miedo, creo que es una moda lamentablemente. Pero esto ya lo percibió un argentino que se llama Tomás Maldonado en la década del 70 en un libro maravilloso titulado “Ambiente humano e ideología”, y él decía, parafraseando, “claramente es una moda, pero lo bueno es que todas las modas dejan algo”. Y es cierto, al final, una vez que la moda pasa, una vez que dejás de usar la remera de tal manera, o el pantalón de tal otra, algo queda, y lo importante es que eso que quede eso se instaure como política. Pero está claro que estamos frente a una moda en el tema, y lo que yo digo sobre las empresas que la mejor responsabilidad social empresaria en términos ambientales es cumplir la ley. A mí me parece completamente nefasto, hipócrita, y muy poco productivo para el medio ambiente que con una mano una empresa contamine y que con la otra junte tapitas para llevar al Garraham.
—Por último, te pido que recomiendes dos o tres lecturas que te hayan cautivado en el último tiempo.
—Hay un libro sobre cambio climático del alemán Harald Welzer, llamado “Guerras climáticas”, que es extraordinario, y otro de un autor francés, Hervé Kempf, que se llama “Cómo los ricos destruyen el planeta”, y él fija el problema del medio ambiente en el hiperconsumo de los ricos. Dice que, en tanto y en cuanto el 1% de la sociedad sea capaz de utilizar el 50% de los recursos, no hay posibilidad de que el medio ambiente sea sano, por más que los demás apaguemos la luz, cerremos las canillas. Y que el problema no es solamente la desigualdad, sino que hay una porción muy minoritaria de la sociedad que tiene acceso a absolutamente todo, y que determina qué se hace con el petróleo, qué se hace con el gas, qué se hace con el agua. Una sociedad no puede ser sustentable si el 1% decide por todo el resto.