Durante mucho tiempo consideradas como tabú o incluso algo de lo que avergonzarse, hoy en día todo el mundo ve las fantasías sexuales como algo natural y propio de la sexualidad de cada uno. La razón para aceptarlas sin renegar es que, además de participar en nuestro equilibrio psíquico (gracias a no negarnos lo que nos excita), es que alimentan el deseo, intensifican el placer, enriquecen nuestra vida sexual y son el motor de una sexualidad más abierta y desarrollada.
Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de fantasías sexuales? Una fantasía sexual es una representación imaginaria de los deseos conscientes o inconscientes. Las imágenes, ideas o sentimientos que la mente produce generan en la persona una emoción y una excitación, principalmente sexual. Pero las fantasías no sólo son sexuales, pueden estar relacionadas con diferentes aspectos del deseo y el placer. El término proviene del alemán “phantasie”, concepto desarrollado por Freud para designar la imaginación.