El Aula Magna de la Facultad de Derecho se vio colmada el martes por la presencia del neurólogo y neurocientífico Facundo Manes, quien durante casi dos horas deslumbró al auditorio al responder al interrogante que presidió el encuentro: “¿Qué tenemos los seres humanos en la cabeza?”. La disertación, en el marco de las jornadas que anualmente organiza el Foro Internacional de Mujeres, capítulo Argentina, hizo foco en los desafíos que plantean las verificaciones alcanzadas sobre el funcionamiento del órgano que Silvia Fesquet, presidente del Foro, describió en la presentación como el “más complejo desde la aparición de la vida sobre la tierra. Nos preguntamos cómo se forman los pensamientos, de qué manera tomamos las decisiones, donde se guardan los recuerdos y todo, absolutamente todo lo que ocurre en nuestras vidas pasa por el cerebro”.
Manes comenzó señalando que en las últimas décadas se aprendió más sobre el cerebro de lo que en toda la historia de la humanidad. “Pero los avances en las neurociencias generan dilemas morales y éticos que no pueden ser resueltos sólo por nosotros. Se investiga para resolver problemas neurológicos, psiquiátricos y se obtiene información que podría ser mal usada. Está el caso de una paciente cuadripléjica, incapaz de mover sus miembros, que mediante electrodos y un software pudo darle una orden a un brazo robótico y llevarse un chocolate a la boca. Pudo pensar un movimiento y la neurociencia fue capaz de leerlo. ¿Qué hacemos con esta información? La sociedad tendrá que pensar en nuevos derechos humanos; por ejemplo, que no nos lean pensamientos, un hecho físico plausible de ser leído. Otro caso: los jueces a veces deciden si desconectar o no a pacientes en estado vegetativo irreversible. Hoy, la neurociencia sabe que algunos pacientes hacen una conexión cerebral cuando les muestran algunas fotos de familiares. El juez antes decía, ‘es irrecuperable, se desconecta’. Su dilema moral era menor. ¿Pero ahora, que la ciencia le dice que sus neuronas se activan cuando ve esa foto? Por esto la sociedad debe involucrarse”, sostuvo Manes.
Al referirse a la toma de decisiones, Manes estableció la existencia de dos sistemas. “Uno lo usamos la mayor parte del día y no es consciente, resuelve sin llegar a la conciencia, influenciado por la emoción del momento, por experiencias previas. Sí: vivimos en piloto automático. Pocas veces tomamos decisiones lógicas, analíticas, racionales, deliberadas. ¿Dos más dos? ¡Cuatro! Nadie pensó nada, no hay ningún esfuerzo mental. ¿Siete por cinco dividido cuatro? Ahí sí hay que hacer un esfuerzo mental. Todo el tiempo estamos tomando decisiones. Para tomar una decisión lógica, racional, se necesitan dos recursos que no tenemos permanentemente. Primero, el recurso cognitivo. Imaginen un domingo en casa, sin hacer nada: Twitter, Facebook, Instagram, email, el diario, la tele, WhatsApp. A la media hora estamos muertos. ¿Pero cómo, si no hicieron nada? Depresión de recursos cognitivos. Kafka era famoso por sentarse cuatro o cinco horas a escribir sus cuentos. Imagínenlo hoy con su laptop, abre Word, chequea el diario, va a Facebook, va a Twitter, responde un mail… Kafka hoy no podría haber hecho su obra porque estaría agotado, sin recursos cognitivos. El segundo recurso es el de los porcentajes para sacar la relación de riesgo-beneficio. Pero no contamos con ellos y por eso, por suerte, está el sistema automático. Un estudio israelí advirtió que en un mismo sistema judicial, personas condenadas por el mismo delito que habían cumplido el mismo tiempo de condena pedían el sobreseimiento. Algunos jueces los liberaban, otros no. Era injusto. Resulta que a las nueve de la mañana, cuando los jueces recién habían trabajado unos cuarenta minutos, estaban con buenos recursos cognitivos, habían desayunado, la mayoría eran liberados. Si los jueces decidían cerca del mediodía, con hambre y ya cansados, todos quedaban adentro. Todos decidimos así, aún los jueces”.
Con relación al vínculo con los soportes tecnológicos, Manes refirió el experimento realizado en Estados Unidos con “chiquitos de tres o cuatro años que sólo habían estado expuestos al idioma inglés. Se los dividió en tres grupos. Al primero se lo juntó con un profesor chino, al segundo, se lo relacionó con el profesor pero a través de la pantalla de un televisor y al tercer grupo a través de auriculares. Todos recibieron la misma clase. Al final, los que habían estado con el profesor podían diferenciar palabras en chino como cualquier chiquito de Pekin. Los otros no aprendieron nada. Lo que diferenció el aprendizaje fue el contacto humano. Estar conectado socialmente es un mecanismo biológico como tener hambre o sed. Si nos sentimos solos no podemos salir a la calle a decir quiero tener amigos. Este mecanismo no se soluciona tan fácilmente, ni con agua ni con comida. La tecnología es maravillosa, pero hay que volver al factor humano. La interacción con los demás nutre la mecánica cerebral”, enfatizó.
Manes aseguró que “con un cerebro bien nutrido y estimulado” todos tienen potencial creativo. “Para la creatividad, primero está la preparación, luego la incubación, la obsesión con el tema. Cuando no hacemos nada el cerebro trabaja mucho, cuando dormimos, cuando estamos yendo en el colectivo el cerebro procesa información. Luego viene la etapa de verificación. Paul McCartney soñó Yesterday. Se despertó y la escribió. En los últimos meses había tratado de sacar una melodía que no le salía. Tuvo incubación. Luego se relajó y apareció el momento Eureka. El azar sólo favorece a las mentes preparadas”.