Tener reacciones de estrés en determinadas situaciones es algo completamente natural y no debe causar preocupación. Si nos fijamos en la evolución del ser humano, las reacciones de estrés le han ayudado a sobrevivir, especialmente en situaciones de grave peligro, ya que el estrés activa el organismo y le proporciona la mayor cantidad de energía posible para que esté preparado para un ataque o una huida. Por ejemplo, esta reacción permitía a nuestros antepasados reaccionar con la rapidez suficiente si se encontraban con un animal salvaje, ya fuese para luchar o huir. Sin embargo, hoy día una situación que provoca estrés desemboca raras veces en actividad física. Por esta razón, el estrés duradero o recurrente puede afectar negativamente a la salud.
El término estrés surge en tiempos recientes. Originariamente, es un término referido al comportamiento de los materiales, que describe la presión o las cargas que actúan sobre cuerpos duros y los pueden deformar. En los años 40, el médico y bioquímico Hans Selye utilizó la expresión estrés para referirse también a las personas y demostró por primera vez con sus investigaciones que las cargas también pueden tener consecuencias en el cuerpo humano. Entre tanto, el estrés y sus efectos en la salud se han convertido en objeto de estudio de distintas áreas de investigación, y el término se ha incorporado al vocabulario general.
El estrés se puede dar en todas las esferas de la vida, ya sea en el trabajo o en el tiempo libre. Tampoco está limitado a determinados grupos de edad ni reservado únicamente a los adultos, se puede padecer estrés ya en la niñez. Según las investigaciones, la mayoría de los casos de estrés están relacionados con el puesto de trabajo, donde la premura del tiempo y los plazos son los principales estresores (desencadenantes del estrés, factores de estrés); pero los problemas interpersonales también pueden provocar estrés.