Se basan en un trabajo en el que preguntaban si el dinero compra la felicidad. Tras analizar más de 450.000 respuestas de mil estadounidenses, concluyeron que las opiniones de la gente sobre su vida en conjunto mejoran con el aumento de ingresos.
Sucede igual con su bienestar emocional cotidiano –la frecuencia e intensidad de sus sensaciones de ira, alegría, estrés–, pero solo hasta cierto nivel de ingresos –aproximadamente 75.000 dólares anuales, unos 54.000 euros–. A partir de ahí, la satisfacción diaria no aumenta.
Los bajos ingresos perjudicarían tanto a la opinión sobre la vida como al bienestar emocional.
La clave parece hallarse en los ingresos relativos.
A un grupo de estudiantes de Harvard se les preguntó qué preferían, si ganar 50.000 dólares al año y que los demás sujetos del estudio ganaran 25.000, o ganar 100.000 y que los demás ingresaran 250.000. La mayoría optó por lo primero.
Esto demostraría que para mucha gente el dinero, además de para comprar cosas, funciona como un elemento de comparación, y que la posición que ocupemos respecto a otros es fuente de felicidad o desgracia.
Sin embargo, un estudio publicado en la revista Emotion sostiene que el bienestar crece en paralelo a los ingresos, a todos los niveles, y que los países y familias más ricos son más dichosos. ¿Quién tiene razón?