El informe, titulado “Calidad del aire en Europa 2016”, realiza un análisis del 2000 al 2014. Es decir, abarca prácticamente los tres primeros lustros del siglo, ofreciendo una visión general de esta seria problemática a nivel europeo.
Según el informe, la contaminación atmosférica provoca ya la muerte de 467.000 personas al año en la Unión Europea, una alarmante conclusión obtenida a partir de datos procedentes de estaciones de seguimiento oficiales de toda Europa, haciendo especial hincapié en los datos ofrecidos por más de 400 ciudades.
Una evolución positiva
Sin embargo, no todo es negativo. Como hemos apuntado, también se han encontrado datos positivos, que resultan esperanzadores. Durante los últimos años, la evolución de la calidad del aire ha sido digna de resaltar, si bien no puede hablarse de niveles aceptables.
O, lo que es lo mismo, no pueden lanzarse las campanas al vuelo, pues las tendencias no significan una garantía de seguir produciéndose en el futuro, al tiempo que en 2014, el último año del estudio, se detectaron niveles de contaminación del aire nocivos para la salud en el entorno urbano. Aquel 85 por ciento de población urbana expuesta a un aire tóxico se considera un problema para la salud por ser una exposición que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera insoportable.
Estas sustancias no solo provocan problemas respiratorios pasajeros, sino también episodios de asma que pueden convertirse en crónicos, además de causar o agravar las enfermedades cardiovasculares, o cánceres. Entre otros, el cáncer de pulmón.
Si como dato alentador, el informe destaca la mejora en la calidad del aire en los últimos años, lo hace a partir de la menor cantidad de partículas de pequeño tamaño, medidas en micras. Son precisamente éstas las que más dañinas resultan, pues acaban introduciéndose con mayor facilidad en nuestro organismo.
Lo hacen a través de la respiración, cuando inhalamos, hasta llegar a los pulmones, desde donde su irrigación sanguínea lo lleva a otras partes del organismo. Así es como se explica que acabe provocando enfermedades que van más allá del sistema respiratorio.
La menor concentración de partículas (tanto las de 2,5 micras como las de más de 10) que se ha observado, por lo tanto, es una excelente noticia. Sobre todo, además, porque ha disminuido de forma generalizada. Concretamente, en el 75 por ciento de los lugares controlados durante el período.
Una mejoría insuficiente
Así las cosas, gracias a la reducción de emisiones se ha conseguido la mencionada reducción de la polución del aire. Pero ésta no es suficiente para que respirarlo resulte mínimamente saludable. O, al menos, no perjudicial para la salud.
Muy al contrario, la polución atmosférica urbana en el ámbito europeo puede provocar “daños inaceptables a la salud humana y al medio ambiente”, nos advierte el director de la AEMA, Hans Bruyninckx, a propósito de los resultados del informe.
Mejorar la situación es una acuciante necesidad, reclaman los expertos. Para ello, se hace necesario atacar dos frentes principales: las emisiones procedentes del tráfico rodado y aquellas otras que provienen de centrales térmicas y otros focos de combustión cuyo fin es calentar las casas.
Esta doble problemática precisa de soluciones adaptadas a cada problemática. Por un lado, combatiendo las emisiones de gases de efecto invernadero de los coches y otros vehículos a motor.
No es una solución fácil, y abordar el problema en este caso requiere tanto el fomento del transporte público como de renovación del parque automovilístico, apostando por los coches menos contaminantes.
En este sentido, el diésel sería poco eco amigable y, en el otro extremo, los coches eléctricos e híbridos o, cómo no, también la bicicleta eléctrica se revelan como grandes soluciones.
Atajar el otro de los focos principales de la contaminación del aire que se respira en las ciudades de la UE te informe propone, por ejemplo, que las estufas domésticas se diseñen con criterios ecológicos.
En ambos casos, reducir las emisiones no solo significa mejorar el aire de cara a favorecer una mejor salud pública, sino también a nivel ambiental. En este caso, una menor contaminación atmosférica promovería la salud del planeta en cuanto a la vegetación y los ecosistemas, además de ayudar a frenar el cambio climático.
La situación, en definitiva, está mejorando. La lentitud de esta mejora, sin embargo, es preocupante. Pero si tenemos en cuenta las metas de la UE, mejorar la calidad del aire en esta región debe progresar de forma acelerada.
2030, un año clave
Recordemos que la nueva legislación aprobada en el Parlamento Europeo plantea una fuerte disminución de estos polucionantes atmosféricos de aquí a 2030, en especial de las partículas más finas y gases como los óxidos de nitrógeno y dióxido de azufre. En cifras, para entonces se deberá reducir a la mitad su impacto sobre la salud.
Por último, tengamos en cuenta que los resultados del informe se obtienen a partir de un promedio de los resultados particulares, con lo que dentro de esta idea general encontraremos una amplia casuística: ciudades menos y más contaminadas, con evoluciones positivas o negativas, en cuyo caso la polución estará creciendo, al margen de lo que digan las estadísticas más amplias.