El desarrollo tecnológico impactó los hábitos de consumo cotidianos. La existencia de billetes y monedas como único método de pago dio paso, hace décadas, a una multiplicación de herramientas financieras para completar transacciones, desde las tarjetas de crédito hasta las monedas virtuales o las plataformas de pago digital, que hoy han convertido al teléfono celular en una billetera que amenaza con desplazar al dinero físico.
Mientras las empresas de tecnología y los gobiernos de diferentes países alrededor del mundo trabajan para impulsar los nuevos métodos de pago, hoy estas plataformas coexisten con los viejos billetes. “En nuestro caso, en promedio las operaciones se dan en un 70% en efectivo y un 30% con tarjetas”, reconocen un ejecutivo que trabaja en una de las grandes cadenas de fast food de la Argentina. A su vez, en una economía que, según el ministro Nicolás Dujovne, tiene un 35% del empleo sin registrar, el efectivo resulta el único medio de pago para las transacciones en negro.
En este contexto, si bien no proyecta su desaparición en el corto plazo, la tendencia marca una paulatina disminución del uso de dinero en efectivo y los cheques, con un reemplazo por tarjetas u otros mecanismos de pago electrónico, en un proceso que avanza lentamente en la Argentina, un país en el que, según una encuesta realizada en 2016 por la consultora Marketing y Estadística, el 41% de los habitantes en los principales centros urbanos no tiene tarjeta de crédito.
Según los datos del Banco Central para noviembre de 2016, la utilización de cheques como elemento de pago registraba una caída del 2,84% en el acumulado de 12 meses, frente a igual período del año anterior. En cambio, la tendencia se invierte al observar el uso de herramientas electrónicas. De acuerdo con el BCRA, el total de operaciones en pesos concretadas con MEP (medios electrónicos de pago) entre noviembre de 2015 y 2016 mostraron un incremento interanual del 6,2% y una suba del 67,2% en los montos operados.
¿Por qué pierde terreno el efectivo? Del lado del consumidor, la comodidad de uso (no hace falta ir al cajero o llevar gran cantidad de billetes para hacer una compra) es uno de los argumentos principales, junto con la aparición de descuentos o promociones en las tiendas que incentivan este tipo de herramientas. Desde la mirada del fisco, el avance de los métodos de pago digitales permite mayor control sobre las operaciones y podría servir para reducir la informalidad en la economía.
Otro dilema tiene que ver con los costos. “Los servicios por la recaudación y el traslado de efectivo suben, y eso hace que las empresas trabajen más en incentivar el uso de tarjetas”, aseguran en una cadena de consumo masivo. Sin embargo, la utilización de plásticos también tiene su impacto en las cuentas de las compañías, con el cobro de las comisiones (1,5% en las de débito, 3% en las de crédito), un punto de disputa entre las empresas, las cámaras empresarias y el Gobierno en torno a la nueva ley de tarjetas que aún no logró aprobación en el congreso.
Mientras tanto, el avance de los medios digitales y electrónicos sobre el efectivo es blanco de críticas vinculadas con la equidad y su impacto en la sociedad. Por un lado, el uso de billetes o monedas suele ser, entre los sectores de menores ingresos, el único medio disponible para comprar bienes o servicios, y serían los primeros en sentir el impacto ante la decisión de comercios o bancos de dejar de aceptar esta herramienta.
A su vez, otra de las observaciones que recibe esta dinámica tiene que ver con la privacidad. El uso de efectivo no deja constancia de la identidad de las personas en cada operación, mientras que los medios digitales o electrónicos de pago habilita un registro de cada cobro o pago. “¿Es bueno que los gobiernos (que no siempre son benevolentes), los bancos y los procesadores de pagos tengan acceso potencial a esa información?”, se pregunta el autor Charlie Sorrel, en un reciente artículo en la revista Fast Company.
La vanguardia escandinava
En el camino a la desaparición del efectivo, Suecia es uno de los países con mayor recorrido. Ya a fines de 2014, cuatro de cada cinco transacciones allí se hacían sin billetes o monedas, y esa falta de demanda de dinero hizo que el circulante cayera más de un 40% desde 2009.
Entre los argumentos que se utilizan en ese país, donde los cajeros automáticos, como los teléfonos públicos, tienden a desaparecer, es que al no utilizarse el efectivo se evitan robos y tiende a bajar la evasión impositiva. A su vez, se plantea como una medida que frena el avance del delito organizado.
Además, advierten el impacto del factor generacional en la población. En general, los grupos más jóvenes, acostumbrados al uso de tecnología en diferentes ámbitos de su vida, se manejan directamente con herramientas de pago electrónico y tienden a prescindir del efectivo. En tanto, las personas de mayor edad están acostumbradas al uso de billetes o monedas, pero su gasto es menor a medida que envejecen, favoreciendo la tendencia.
Mientras tanto, según la BBC, en Holanda, el 50% de las transacciones realizadas en supermercados fueron realizadas con medios electrónicos, mientras que el 49% restante se hicieron con efectivo.
Esteban Lafuente