Elongación, pelota y masajes: El plan de Messi para recuperarse y poder jugar ante Panamá

El capitán de la seleccón, con mejores sensaciones, se enfoca en el partido del viernes; "Espero estar listo lo antes posible para ayudar al equipo", contó

Los suplentes argentinos caminan rápido por la zona mixta del Levi’s Stadium: saben que las entrevistas no serán a ellos. En el medio del malón apurado va uno de barba cuidada, que pretende pasar como si fuera uno más. Hasta que un periodista estira el brazo y le pide que frene, que cuente cómo está. Lionel Messi abre grande los ojos, se señala el pecho, como si el que quiere saber lo hubiera confundido con Di María o Banega, las figuras del 2-1 a Chile: “¿¡Para qué!?”, responde, divertido, y sigue su ruta rumbo al bus.

Son las 9 y media de la mañana; pasaron 11 horas de aquella escena. Ahora, el mejor futbolista del mundo entra caminando en el Spartans Camp para entrenarse aquí por última vez: la gira sin pausas por las sedes de la Copa América Centenario marca que hay que dejar atrás este lugar. La práctica tiene clima de picnic de la primavera: a pleno sol, tres grupos de jóvenes futbolistas de equipos locales esperan su oportunidad para mezclarse con los jugadores de la selección. Algunos participarán de los ejercicios del día, otros simplemente mirarán. Hay chicos de edad escolar también, detrás de una foto que conseguirán al final de la mañana.

La postal resume el ambiente que dejó el primer paso dado en la búsqueda del título tan esquivo. Hay risas y relajación. La noche del lunes se había estirado después de la cena en el hotel con una nueva rueda de truco: el campeonato interno está que arde. Pero ya en la mañana, en medio de los comentarios que dejó el triunfo, hay uno que trabaja con un ritmo diferente a los titulares -enfocados en la elongación-: el capitán acelera rumbo a su regreso al equipo. Y, por lo que se advierte, resulta lógico imaginarlo como titular contra Panamá, pasado mañana en Chicago.

Messi hace ejercicios laterales para advertir cómo responde la zona intercostal, donde recibió el golpe hace 11 días, ante Honduras, que le impidió jugar contra Chile. Al lado de Daniel García, uno de los kinesiólogos, se mueve con soltura. Y patea la pelota, cada vez con más fuerza, en tándem con Lucas Biglia. A esta altura, son los únicos dos lesionados del plantel: Lavezzi y Pastore participan de la práctica contra el equipo de sparrings de Dragons Burlingame, una formación Sub 23 local. El premio del día se lo llevará Jamael Cox, un chico nacido en Seattle que marcó el único gol del partido: la TV argentina quiere que relate cómo derrotó a Andújar.

Messi mira, después de media hora, el final del mini-partido. Más tarde vendrá la sesión diaria que recibe de Marcelo D’Andrea, el masajista. Martino también mira, pero desde adentro de la cancha: le pide presión alta y juego por las bandas al ataque de los suplentes. Afuera, mientras Otamendi camina con hielo adherido a su tobillo izquierdo, los jóvenes van preparando sus teléfonos móviles para la última foto. Un par se acerca a Messi y consigue el trofeo. Leo, ya sentado, se pone las ojotas y se aleja del centro de la escena. Se va de San José con mejores sensaciones de las que tenía el viernes pasado al aterrizar. Llegó de Barcelona cansado por un viaje de 15 horas, impactado por haber declarado en un juicio en su contra y dolorido en la espalda. Más tarde, dejará caer la renovada confianza en su cuenta en Facebook: “Espero estar listo lo antes posible para ayudar al equipo. Gracias por los mensajes de apoyo”, escribió. Además, destacó el debut triunfal. “Gran victoria ayer (lunes), siempre es importante empezar ganando en un torneo como éste”.

El combo negativo se disipó de a poco al sol de California. Ayer, cuando el plantel se subió al avión para viajar a Chicago, al alivio del triunfo se le sumó una impresión igual de positiva: Messi empezó a dejar atrás al fantasma de la lesión.