El delegado comunal tomó una medida extrema para que los hombres salden sus cuentas en los almacenes del pueblo. Decidió cambiar el día de pago, de los viernes a los martes, y que fueran las esposas las que recibieran el dinero.
La causa de esta insólita decisión es que los hombres cobraban el viernes y para el lunes ya no tenían nada, se lo gastaban en asados, alcohol y juegos de azar, según publica el diario La Gaceta de Tucumán.
Los lugareños trabajaban de lunes a viernes en jornadas de ocho horas. Los obreros arrancaban a las 6, a las 14 ya cobraban la semana y cuando el reloj aún no marcaba las 15, los humos de los asados ya invadían al pueblo.
“El hombre cuando empieza a ‘timbear’ no tiene control, no tiene fin, no para nunca”, graficó Jorge Rodríguez, el delegado comunal encargado de pagar los sueldos.
“Algunos volvían a sus casas gorditos porque habían ganado en la timba, pero la mayoría se tiraba todo el sueldo en un asado”, explicó el funcionario.