Los centros electorales en Ecuador abrieron sus puertas esta mañana para recibir los votos de los 12,8 millones de ciudadanos, que elegirán al sucesor de Rafael Correa para que gobierne entre 2017 y 2021.
En los comicios también serán elegidos un vicepresidente, los 137 legisladores de la unicameral Asamblea Nacional y cinco representantes al Parlamento Andino.
Los ecuatorianos también decidirán por “sí” o por “no” al respecto de una iniciativa del Gobierno que busca prohibir a cualquier funcionario público la tenencia de bienes en paraísos fiscales.
Cerca de 43.600 mesas electorales abrieron este domingo hacia las 7 (9 en Argentina) y se espera que los primeros resultados parciales estén disponibles desde las 20 locales.
Lenín Moreno, de la oficialista Alianza País, llega a las elecciones como favorito de las encuestas, con promesas de continuar la obra iniciada por Correa en marzo de 2007, pero la diferencia que se le atribuye no parece suficiente como para asegurarle el triunfo en la primera vuelta.
El sistema ecuatoriano establece que habrá ballotage si ningún candidato consigue reunir la mitad más uno de los votos o el 40 por ciento de los sufragios con una diferencia de diez puntos porcentuales sobre su inmediato perseguidor.
El voto de hoy es obligatorio para los ecuatorianos de entre 18 y 65 años y opcional para los adolescentes (de entre 16 y 18). Por detrás del oficialista Moreno, que en los sondeos tiene entre 28% y 35% de intención de voto, se ubican Lasso ( 22%), la ex asambleísta de derecha Cynthia Viteri (12%, Partido Social Cristiano)); y el ex alcalde de Quito, Paco Moncayo (8%, Izquierda Democrática). Los otros cuatro postulantes están demasiado lejos (menos de 3% en intención de voto) como para que sus sueños se conviertan en realidad.
Los 45 días de campaña oficial se cerraron en la noche del jueves con grandes concentraciones de simpatizantes, caravanas y caminatas, en las que los ocho candidatos recordaron a los votantes sus propuestas para solucionar los problemas de la economía ecuatoriana, afectada por la caída en el precio del petróleo y la suba del dólar.
Correa gobernó con una inmejorable situación económica hasta mediados de 2014, cuando el precio del petróleo, uno de sus principales productos de exportación, se desplomó. De más de 100 dólares por barril cayó a 20 en su peor momento y ahora se ubica en 40. El crudo representa cerca de 30% del ingreso fiscal de Ecuador y la caída de su precio causó falta de solvencia fiscal, atrasos en pagos a proveedores del Estado, así como el cierre de empresas y despidos en el sector público y privado.
Los efectos son palpables en la vida cotidiana. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censo cerca de 500.000 ecuatorianos están desempleados y 1.500.000 tienen trabajos ocasionales o ingresos mínimos. En 2007, cuando Correa inició su mandato, el número de desempleados era menor a 400.000.
“Ha sido una década de sueños cumplidos, de logros extraordinarios en materia económica, social y política”, dijo Correa en enero, cuando celebraba diez años al frente del gobierno. En esa “década ganada” Correa redujo el índice de pobreza del 36,7% en 2007 al 22,9% en 2016; amplió el acceso a la salud y a la educación pública para los más necesitados; y mejoró las rutas. Pero en esos diez años también se generó una alta tensión con los medios de comunicación, a los que consideró como actores políticos y combatió con duras descalificaciones y acusaciones que, en algunos casos, llegaron a juicios.
En política internacional, Correa se alineó con la corriente bolivariana instaurada en la región por Venezuela y apoyada por algunos gobiernos populistas. Fue un impulsor de las nuevas organizaciones regionales como Alba, Unasur y Celac. Al mismo tiempo, se mostró contrario a organismos como la OEA y desoyó resoluciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Con los Estados Unidos mantuvo una tensa relación, especialmente tras el escándalo de los cables de Wikileaks, que derivó en la expulsión mutua de embajadores y en el asilo político para su director, Julian Assange, en la embajada ecuatoriana de Londres. Assange también debe haberse despertado hoy pendiente de las elecciones: si no gana Moreno, peligra su permanencia, su asilo corre riesgo.