El origen de la Luna ha intrigado a los seres humanos desde la antigüedad. En pleno siglo XXI y casi 50 años después de que los estadounidenses exploraran nuestro satélite y recogieran muestras de su superficie, todavía no podemos afirmar con seguridad que sabemos cómo se formó. A medida que se desarrollan métodos de análisis más precisos surgen también nuevos estudios que rebaten o confirman anteriores teorías u obligan a reescribirlas parcialmente. Es el caso de una nueva investigación que un equipo de investigadores de las universidades de Harvard y Washington en St. Louis (EEUU) presenta esta semana en la revista Nature.
Según sostienen, la Luna se formó tras una colisión entre una Tierra muy joven y otro planeta -como se pensaba hasta ahora-, pero el choque fue tan violento y generó tanta energía que hizo que se vaporizara tanto el planeta como la mayor parte de nuestra Tierra, expandiéndose hasta formar un gigantesco disco superfluido a partir del cual nació nuestro satélite.
Kun Wang y Stein Jacobsen, autores del artículo, desarrollaron en 2015 una técnica para analizar los isótopos de potasio en muestras de rocas lunares y terrestres con una precisión 10 veces mayor que los métodos disponibles hasta ahora. Los cuerpos planetarios que se forman en distintos partes del Sistema Solar generalmente tienen composiciones isotópicas distintas, por lo que esta firma isotópica es como la huella que permite determinar de dónde procede un cuerpo celeste.
¿En qué cambia este nuevo estudio lo que se sabía hasta ahora sobre la composición de la Luna? A mediados de los años 70, dos grupos independientes de astrofísicos propusieron que la Luna se formó tras el impacto entre un planeta del tamaño de Marte y una joven Tierra. La teoría cuadraba con las observaciones realizadas por los científicos, como el gran tamaño de la Luna comparado con la Tierra y la rotación que seguían ambos cuerpos. Se pensaba que la mayor parte del material que cristalizó formando la Luna (entre un 60 y un 80%) procedía del otro planeta que chocó con el nuestro. La hipótesis del gran impacto se convirtió en la principal teoría.
En 2001, sin embargo, otro equipo descubrió que las composiciones isotópicas de diversos elementos presentes en rocas lunares y terrestres eran casi idénticas. Así, las rocas que los astronautas de las últimas misiones Apolo trajeron a principios de los 70 tenían la misma abundancia de los tres isótopos estables de oxígeno que las rocas terrestres. Se trataba, por tanto, de un resultado extraño al no hallar huellas del planeta que chocó con la Tierra. La posibilidad de que la composición isotópica de ese planeta fuera la misma que la de la Tierra era muy pequeña.
Escenarios
A partir de ahí, la teoría del gran impacto se modificó, y se propusieron dos escenarios para resolver la crisis. El primero sostenía que un choque de baja energía dejó a la protoTierra y a la Luna en una atmósfera de silicatos. El segundo escenario, que es el que respalda el estudio de Nature, sostenía que el impacto fue muy violento, tanto, que hizo que se vaporizaran los cuerpos al chocar.
Para Jesús Martínez-Frías, jefe del Grupo de Investigación del CSIC de Meteoritos y Geociencias Planetarias en el Instituto de Geociencias, IGEO (CSIC-UCM), este trabajo «constituye la primera evidencia, basada en datos experimentales (geoquímica de isótopos de potasio) que aporta algo de luz al esclarecimiento de estos episodios primigenios tan complejos y difíciles de determinar en su conjunto para los que se vienen utilizando modelos numéricos y y simulaciones computerizadas».
El investigador español, sin vinculación con este trabajo, explica que para hacer este estudio, además de las rocas lunares de las misiones Apolo, se han analizado «tanto muestras terrestres (basaltos, andesita, granito y granodiorita), como meteoríticas (condritas)». Curiosamente, señala Martínez-Frías, hay una roca española: el meteorito de Guareña, una condrita H6 que cayó en esa localidad de Badajoz en 1892.
Quizás una nueva misión a la Luna en la que se recojan nuevas muestras pueda esclarecer de una vez por todas cómo surgió el satélite: «Un muestreo más selectivo y sistemático en la Luna podría, sin duda, aportar mucha más información para esclarecer su origen y evolución», sostiene .