“El barrio es mi estudio”, dice El Melly contra las rejas de un pasillo que cose en altura el nudo 2 de Fuerte Apache, al tope del monoblock. Abajo están “las mesitas”, punto de referencia de los raperos de la zona, y la cancha en la que Tévez se juega cada tanto algún picado. El Melly mira ese tetris roto y dice: “Pasé años casi sin salir de acá, y si me voy un par de días ya extraño”.
El Melly es una de las apuestas fuertes del rap del conurbano. Una apuesta hecha básicamente por él. El video de “La última canción”, que grabó con el reggaetonero Kenny Dih, supera las 7 millones de reproducciones en YouTube. “Me había peleado con la mamá de mi nena, y en esos temas sentimentales suelo tener la palabra justa”, dice este MC de 26 años. Entre el flow rústico del Melly y el Auto-Tune meloso de Kenny Dih se cifra la clave de un pop que se expande, casi invisible, en la gigantesca red social del conurbano.
Hace doce años, esta revista ponía en tapa un especial de hip-hop con el subtítulo “De Hollywood a Fuerte Apache”. Desde entonces el Barrio Ejército de los Andes tuvo su primera crew representativa, los F. A., un gangsta rap al uso nostro que terminó en los premios MTV de 2009. A la par surgían Los Gansters, la banda de los hermanos Nieto, Iván y Alexis, apodados “los melli” aunque se llevan un año. La diáspora de Gansters y F. A. entregó dos solistas destacados -El Melly (Iván) y Esteban el As, respectivamente- que no tardaron en hacerse enemigos y cruzarse mensajes rimados, en una guerra fría marginal (Esteban no quiso hablar para esta nota, alegando que la rivalidad excede la idea de “competencia sana”), por fuera del fenómeno del freestyle y de la cultura hip-hop.
A este tipo de nuevas figuras (como Fili-Wey, del barrio Puerta de Hierro), el oficialismo del género los ve más cerca del reggaetón que del hip-hop, pero son los que están haciendo crecer el rap en las villas y los monoblocks, donde domina la cumbia y bandas como Los Angeles del Rock. “Sé que se me critica mucho”, asume El Melly. “Los de la cultura dicen que no sé rapear. Ya sólo por ser del barrio y vestirte con ropa de fútbol te tiran la mala.”
Está claro que no es un virtuoso (“Rapeo mal y sale bien”, se jacta en una línea), pero su combo de carisma, letras directas e instrumentales con aire tropical lo convierte en un comunicador efectivo. “Tiene mi respeto”, dice el Gordo Massi, ex F. A., caminando por el Fuerte con una remera de los Lakers. “Cuando nosotros nos quedamos cruzados de brazos, él y Los Gansters le metieron mucho rap al barrio.”
A fines de 2014, un grupo de personajes de Fuerte Apache grabó “En mi barrio”, una declaración de principios en alta definición donde destacaba El Melly, un pibe que había descubierto el rap en la primaria Dardo Rocha, gracias a un compilado con temas de 2Pac, Eminem y Notorious. “En mi barrio” le valió una invitación al programa del Bahiano (“Llegué a la tele sin hacerme el Tony Montana”, dice en “El que sabe”).
Ya era conocido por haber escrito “Amigos con derecho”, un tema que popularizó Nene Malo (en un ft. con Santos Vagos) después de compartir unas fechas en Jujuy. El Melly acusa a Nene Malo de haberle robado el tema, pero el manager de la banda, Alain “Bachi” Zeballos, dice que ellos sólo hicieron un cover. “Se lo expliqué mil veces”, dice Zeballos. “Tenía que ir a registrarlo en Sadaic.”
Al Melly le llevó un tiempo organizarse, es cierto. “Perdí tres canales de YouTube por olvidarme la contraseña”, dice. Pero ahora ya tiene los papeles en regla, y como el circuito de fechas sigue siendo ínfimo (declinó ofertas para hacer cumbia), se armó un plan de negocio simple: un video nuevo por mes y dos mixtapes por año. Siempre bajo su lema fundacional: “De la calle al escenario”. Y ahí no todo es bravatas y amores suburbanos. El Melly muestra su lado social en “Mujeres golpeadas”. “Nos metimos a defender a una amiga y salió la idea. La meta era que el video pase el millón de reproducciones, y lo logramos.” J.Mastermix, su beatmaker desde hace cinco años, lo pone así: “Se fijó en la mente que va a llegar. Y va a llegar”.
El Melly, que se alínea en “la onda Busta Rhymes: agite, quilombo, bondi”, abandonó rápido el secundario tras ser expulsado por una pelea. Tuvo sus dosis de mala vida, pero asegura que lleva un año limpio. No quiere que su hija o los “enanos” del barrio lo vean “cachivacheando”. “El rap”, dice él, “te permite decir lo que otros no pueden”. Y resume lo suyo como un pastor: “Los sueños están para cumplirse. Mi mensaje es ése”.
Por Pablo Plotkin