El arte de acariciar: un lenguaje de poder en la pareja

Dice un viejo refrán hindú que “una mujer disfruta con la certeza de acariciar un cuerpo cuyos secretos conoce, y cuyas certezas son sugeridas por el suyo propio”.

Acariciar es, por encima de todo un arte y un lenguaje en el que deberíamos ser grandes expertos para disfrutar de unas relaciones más placenteras, más sabias, más intensas.

Hay un aspecto que ya de por sí debe llamarnos la atención: existen millones de terminaciones nerviosas que alfombran nuestra piel. Dependiendo de cómo se acaricie y de quién lleve a cabo ese acto, originará una sensación, determinada, un escalofrío de placer o una reacción de desagrado. Los sentidos, los receptores de nuestra piel y las emociones van de la mano en este arte sutil del que hoy queremos hablarte en “Bezzia”. Estamos seguros de que te va a ser de gran utilidad.

El arte de acariciar con sabiduría

Nuestra piel es como todo un campo minado de sensaciones y placeres de los que en ocasiones, no somos plenamente conscientes. Ahora bien, hemos de tener claro que la caricia no busca únicamente alcanzar un placer sexual que culmine en un orgasmo. Acariciar es por encima de todo el lenguaje del cariño y la complicidad entre la mayoría de los seres vivos.

Los adultos nos acariciamos para reafirmar vínculos, para ofrecer cariño, para dar amor a nuestros niños, en especial cuando son muy pequeños y necesitan de ese contacto físico para crear nuevas conexiones neuronales. A su vez, también los animales necesitan de esta cercanía, de este contacto que edifica un lazo imperecedero social y afectivo.

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Ahora bien, aclarado esto, centrémonos ahora en el maravilloso privilegio de contar con una pareja con la cual, intercambiar este lenguaje que tiene en ocasiones, más poder que las palabras. En una relación afectiva las caricias son un pilar esencial que facilita a su vez el campo de la sexualidad, y para el cual, se requiere de una sabiduría acertada, cálida y delicada. Las caricias son ese umbral que conduce no solo a la propia excitación, son el reflejo del amor, del deseo y de ese saber hacer donde uno y otro debemos saber “qué zonas acariciar” para propiciar el mayor placer posible.

Algo en apariencia simple, ocasiona en muchas ocasiones un foco de problemas entre una pareja por las siguientes razones:

  • No hay confianza entre la pareja a la hora de comunicar cómo se debe acariciar y qué zonas resultan más placenteras.
  • Algún miembro de la pareja no da valor a las caricias y no las efectúa.
  • La falta de complicidad, o incluso las épocas de estrés, o cuando caemos en la rutina puede hacer que se reduzca esta expresión sensorial y física imprescindible. En ocasiones, se acaba buscando un sexo rápido pero nada edificante, nada emocional o cómplice entre dos personas.

La importancia de descubrir el propio placer

Un aspecto que no podemos olvidar es la importancia de conocer el propio cuerpo, los propios deseos y esas fantasías que nos definen. No nos equivocarnos si te decimos que una persona que tiene pleno conocimiento sobre su cuerpo, sobre qué zonas resultan más erógenas o de qué manera desea ser acariciado, hará que su compañero sexul se sienta más seguro en la intimidad al guiarle, al hacer el trabajo mucho más fácil, divertido y placentero.

  • El descubrimiento del propio placer es una ayuda para compartirlo luego en la pareja.
  • No hay que tener miedo o sentir vergüenza a la hora de guiar y sugerir a nuestra pareja sobre qué es lo que  nos gusta y qué lo que no deseamos o simplemente, nos deja indiferentes.
  • Está claro que juntos, podemos descubrir nuevos placeres que nunca habíamos tenido en cuenta, pero debe existir siempre un punto de partida. A su vez, es una forma de fortalecer aún más el vínculo con la persona amada, el darle a conocer qué rincones, que puntos del mapa de nuestra piel esconde esas minas de placer.

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La llave del verdadero placer

El placer es esa música acompasada y excepcional donde dos personas sintonizan en afectos, deseos y placeres. A esa explosión final se llega tras una adecuada partitura donde las manos deben ser muy sabias, deslizándose con acierto y elegancia por rutas marcadas, a veces pactadas o buscadas a propósito.

Las prisas no son buenas en este caso, y no hay nada más poderoso que la calma, que los juegos previos…

  • No hace falta que recordamos el gran poder que se encierra  en la palma de una mano deslizándose sobre un cuerpo desnudo. Te gustará saber, por ejemplo, que la piel es el mayor de nuestros órganos, que son casi dos metros los que nos recubren y que está tejida por infinitos receptores.
  • Sabemos también que los hombres se excitan con la visión de unos pechos, unos labios o un trasero, pero las mujeres requieren de un arte más sutil, donde tiene mucho peso las caricias, los susurros y las palabras. Nuestros mecanismos, en ocasiones, se diferencian en algunos pequeños y sucintos mecanismos que es necesario conocer.

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Acariciar es un arte y un lenguaje, cuya composición es el mejor regalo para nuestras relaciones afectivas. No dudes en practicarlo, en disfrutar de este recurso y de descubrir sensaciones nuevas cada día.