Es en ese punto dónde aparecen los edulcorantes, unos sustitutivos del azúcar blanco ideales para aquellos que no pueden pasar sin los sabores dulces, y además quieren hacerlo reduciendo considerablemente las calorías ingeridas respecto al primero. A priori todo suena idílico, pero bien es cierto que, al igual que sucede con el azúcar, una ingesta de edulcorantes mayor de la recomendada puede causar problemas de salud.
Por ello, vamos a hablarte de los más comunes, así como de los que están mejor y peor considerados. Si vamos a usarlos, es recomendable que sean de origen natural, como la Estevia. Se trata de un edulcorante de mesa que proviene de la planta del mismo nombre, y que se usa en ámbitos como la pastelería, bebidas o mermeladas. Otra variante de edulcorante natural es la sucralosa, seis veces más dulces que el azúcar.
Por otro lado, encontramos a la sacarina, el edulcorante por excelencia de la industria alimentaria. Lo podemos hallar en postres, helados, lácteos, zumos… y hasta en la pasta de dientes. A su lado, el aspartamo, con un poder endulzante 200 veces mayor que el azúcar. Uno de sus puntos fuertes es intensificar los sabores.
Sin embargo, se desaconseja su consumo regular, ya que los expertos en nutrición aseguran que tomar demasiadas cantidades de edulcorantes podría favorecer la aparición de diabetes, modificar la flora intestinal, así como sufrir un aumento de peso que podría desencadenar en obesidad.
En conclusión, la decisión final acerca de si utilizar azúcar o elegir alguno de los edulcorantes mencionados depende de nosotros. Pero lo que sí hay que tener claro es que los de origen natural son menos perjudiciales para nuestro organismo que los artificiales.