Es común que muchas personas decidan tomarse una copa de vino cada noche. Ante las obligaciones del día siguiente, también es probable que la botella no se termine y se guarde para otro día. ¿Existe algún problema con eso? No, aunque el vino y el oxígeno sí tienen un serio inconveniente: no se llevan para nada bien.
Las pequeñas cantidades de oxigeno durante el proceso de envejecimiento ayuda directamente a que un vino encuentre su mejor sabor. Pero el exceso de oxígeno lleva a esta noble bebida a evolucionar hacia lo peor, en donde el gusto comienza a desvanecerse.
“Hay que tener en cuenta que el oxígeno es el peor enemigo del vino. Una vez abierto, siempre la mejor opción será tomarlo. Pero si no, hay alternativas para estirar su vida útil sin que pierda tantos atributos”, explicó a Infobae el sommelier Fabricio Portelli.
“En la elaboración de los tintos participan los hollejos (pieles de la uva) y de allí los tintos extraen un montón más de componentes naturales que los blancos. Y esto les da mayor estructura, color y longevidad. Por consiguiente son más fuertes y resisten más tiempo una vez descorchados.
Y como regla, los mejores vinos, tintos o blancos, siempre van a aguantar más que los comunes, porque tienen más cuerpo y su elaboración es más cuidada”, agregó el experto en vinos.
A la hora de taparlo, si el corcho está en buen estado, se lo puede reutilizar. Posiblemente sea más sencillo volver a colocarlo invertido, quedando la parte que estuvo en contacto con el vino durante su estiba hacia afuera.
“Hay mejores opciones. Los famosos tapones de goma y la bomba de vacío (Vacuvin). Esto permitirá que el espacio libre que ha quedado en la botella no quede con oxígeno y estirará la vida útil del mismo. De no ser posible, lo mejor siempre será taparlo lo más rápido posible. Es decir, si uno ya sabe que no se va a tomar toda la botella, servir la copa o las dos copas y volver a tapar el vino. De ahí a la puerta de la heladera, y repetir la acción durante los días siguientes hasta sentir que el vino ya se empezó a desarmar”, dijo Portelli.
Para el sommelier, la cantidad de días que puede quedar abierto “depende
mucho del tipo de vino y su elaboración. Si es de buena calidad, puede mantenerse con atributos y sin defectos por al menos 3 o 4 días. Siempre y cuando la botella haya quedado tapada y en la puerta de la heladera”.
Sucede que el vino es un líquido con varios componentes naturales (agua, alcohol, ácidos y otros nutrientes) en equilibrio. El oxígeno llega para rompaer ese equilibrio, entonces los aromas ya no serán los mismos y las sensaciones del vino tampoco, sobre todo las texturas, ya que los taninos en los tintos (lo que les da estructura y firmeza) se oxidan rápido.
“Para los que disfrutan seguido del vino y sienten que el vino ya no es el mismo una vez descorchado, están las botellas más chicas cada vez hay más vinos en estos envases o bien los Portion Pack. Esta es una tendencia que irá creciendo, justamente para satisfacer la demanda cada vez mayor del consumo individual o solitario”, sostuvo Portelli.
El sommelier concluyó en que “hay algo mucho más sofisticado. Para los que tienen botellas y se tientan a probar los vinos existe un dispositivo que permite servir el vino sin sacarle el corcho ni la cápsula, en donde la bebida puede seguir esperando a su momento de descorche por varios meses, dependiendo de su calidad”.