Una historia que podría hacer sucumbir a cualquier guión de ciencia ficción -pero no lo es- retoma un debate que para la ciencia tampoco está cerrado: la donación de semen.
David Cline, un médico estadounidense especializado en técnicas de reproducción asistida, y a cargo de una clínica de fertilidad en el estado de Indiana, usó su propio esperma en los años 70 para inseminar a cientos de mujeres.
La polémica casi inmediatamente tuvo repercusión en el resto del mundo.”Nunca busqué ser el padre biológico de esos bebés, sólo intentaba ayudar a familias devastadas. En esa época tenía muchos pacientes y muy pocos donantes en el banco de esperma”, afirmó el médico a la cadena Fox 59.
Luego, el propio médico se desdijo y negó haber interferido en el proceso de inseminación y hasta se declaró inocente ante una Corte, que lo acusó de obstrucción a la Justicia, después de varias denuncias de sus damnificadas.
El caso estalló públicamente ante las denuncias de los propios hijos concebidos con su material genético que habría sido usado hasta 50 veces. Una joven, nacida producto de esos procesos, se hizo un análisis de ADN y detectó que estaba relacionada con al menos ocho personas de esa misma base de datos.
La historia de Cline situó el debate sobre la práctica y los puntos ciegos del marco legal de la donación de esperma, que cada vez se realiza con más
frecuencia, pese a algunos vacíos en los registros.
En la Argentina existen varios bancos de esperma y la donación está permitida, reconocida y avalada. “En nuestro país no existe un registro de donantes y en consecuencia, aunque se limite el uso de gametos de un mismo donante, éste puede haber donado en otro u otros bancos.
Entonces, la recomendación sobre un límite de donaciones de una misma persona queda desvirtuada, pese a que se les requiere con anticipación informar si antes donaron en otros bancos”, afirmó el doctor Carlos Massolo, asesor legal de Procrearte, una red de medicina reproductiva y molecular.
El registro de los bancos de donantes es uno de los principales puntos en conflicto sobre la actividad. Si bien hay varios centros que llevan un control exhaustivo sobre la actividad de sus participantes, hay otros que se toman “licencias” en algunos puntos sustanciales y terminan afectando a diversos campos de la reproducción asistida.
De tal manera, hay un intento de regulación del tema gracias a un proyecto de ley con media sanción, que casi con seguridad perderá estado parlamentario en el próximo mes de noviembre. Tal proyecto estipula, entre otros puntos, que antes de la utilización del material donado se deberán consultar los datos a un registro oficial.
Otra de las polémicas radica en la cantidad de donaciones que una misma persona puede realizar en diferentes bancos de esperma. Los peligros pueden ir desde un incremento del riesgo a la difusión de alguna enfermedad extraña o de los llamados “incestos casuales”, entre personas que compartan parte de su secuencia genética. Precisamente, el objetivo es evitar una concepción consanguínea involuntaria entre los descendientes.
“La cosanguineidad es el riesgo real. El peligro es que en el futuro, dos personas que hayan nacido de gametas donadas tengan relaciones sexuales y un hijo”, explicó a Infobae Adán Nabel, ginecólogo especialista en medicina reproductiva y miembro del staff del CEGyR.
“Por eso es tan importante la información dentro de esas familias. Por cuestiones de identidad y seguridad, es imprescindible que los nacidos mediante métodos de reproducción asistida tengan conocimiento sobre su modo de concepción”, agregó.
“El uso de esperma donado es de práctica rutinaria, pero la recomendación es que los gametos provenientes de un mismo donante sean usados por un número limitado de receptoras”, afirmó Massolo.
A falta de una regulación establecida, algunos de los principales centros privados de reproducción asistida en la Argentina establecen un límite de entre seis y diez nacimientos por parte de un mismo donante. De acuerdo a la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva, las concepciones por donante se deben limitar a 25 nacimientos sobre una población de 800 mil personas.
A falta de una estadística fehaciente oficial, se estima que en la Argentina hay un millón de mujeres (un 10% del grupo total de edad fértil) con problemas para concebir o llevar un embarazo a término.
De acuerdo a los registros de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMER), entre 2012 y 2015 se pasó de 12 mil tratamientos de alta complejidad a 20 mil, y la cifra continúa en pleno crecimiento. A lo largo de los últimos años, se incrementaron los casos de mujeres solteras que buscaron la posibilidad de dar vida aún sin haber encontrado a una pareja.
“Todavía sigue siendo un tema sensible para la sociedad, pero de a poco se está instalando cada vez más. Todavía se pueden mejorar muchas cosas, como la implementación general de evaluaciones psicológicas a potenciales donantes más exhaustivas, pero creo que se está yendo por el buen camino”, reflexionó Nabel.