Desafían el enfoque tradicional de enseñanza y, con eso, sorprenden a sus alumnos.
Son maestros que deciden no encarar sus clases en “piloto automático” y muestran que existen otras formas de aprender, más entretenidas y originales. Así combaten el aburrimiento y la apatía y dan respuesta a las necesidades y demandas de los jóvenes de hoy.
Para lograrlo, impulsan proyectos donde la innovación es protagonista y el conocimiento se pone en acción. Chicos que aprenden haciendo, a la vez que desarrollan la creatividad, el pensamiento crítico, el trabajo en equipo, la empatía, el liderazgo y la resolución de problemas.
En Bariloche, Mariano Campi propone a sus alumnos que recorran los barrios humildes cercanos a la escuela para mejorar la construcción de aquellas viviendas precarias habitadas por familias que, en el invierno, deben enfrentar temperaturas bajo cero. En José C. Paz, provincia de Buenos Aires, Alberto López Camelo invita a los estudiantes a producir documentales vinculados a la realidad más próxima a los jóvenes, por ejemplo: la discriminación, la violencia de género, el abandono escolar.
Y Ariel Cordisco, en el barrio porteño de Barracas, creó un taller de subtitulado donde les enseña a sus alumnos a traducir y a subtitular material audiovisual del inglés o francés al castellano, combinando la práctica del idioma con el uso de las nuevas tecnologías.
El éxito de estas propuestas consiste en lograr que los alumnos trabajen para alcanzar un objetivo concreto donde plasmar los saberes. Además las iniciativas se relacionan con intereses de los jóvenes como el uso de las nuevas tecnologías y son habitualmente actividades solidarias.
“Hoy los docentes notamos la falta de atención que existe en los estudiantes, hay muchos elementos disruptivos. Por eso, este tipo de proyectos, que rompe los esquemas del formato áulico tradicional y es menos encorsetado, hace que los chicos se motiven. Es la expectativa ante lo inesperado. Cuando los jóvenes perciben que uno tiene algo para darles y busca formas innovadoras de enseñar, ellos lo agradecen y enseguida se predisponen a aprender”, dice Cordisco, de la Escuela de Comercio Joaquín V. González.
Por su parte, López Camelo de la escuela de José C. Paz, opina que es fundamental que los docentes se esfuercen por “pensar otras formas de atraer a los chicos al conocimiento”. En su caso, “dejar de lado el método del profesor dando clases, para generar la búsqueda del conocimiento por parte de los mismos chicos, con herramientas afines a ellos”.
Soluciones a medida
Tanto Cordisco como López Camelo y Campi forman parte de las tres escuelas ganadoras de la 10° edición del Premio Comunidad a la Educación que este año contó con la participación de 255 instituciones educativas de distintas partes del país. El premio, que es organizado por Fundación LA NACION junto con el Banco Galicia y la Fundación Osde, tiene como objetivo reconocer a equipos docentes que desarrollan proyectos creativos para mejorar la calidad educativa.
En este sentido, el foco del concurso, que cuenta con el apoyo de Latam Argentina, Cimientos, Educar 2050, Telefé y la Universidad de San Andrés, consiste en apoyar las iniciativas de escuelas en situación de vulnerabilidad socioeconómica, que buscan mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje y a su vez impactan de forma positiva en la comunidad local.
Inés Aguerrondo, miembro del jurado encargado de elegir a los ganadores y licenciada en Sociología con estudios de posgrado en planificación educativa y en política social, sostiene: “Hoy ya no se trata de «aplicar métodos», sino de que cada maestro pueda encontrar su propia solución. Esto quiere decir que, al igual que cualquier profesional, a lo largo de su formación, el docente aprende encuadres básicos y teorías, pero cuando se encuentra con un caso concreto que tiene que resolver [el médico con el enfermo, el abogado con el caso que está litigando], cada uno echa mano a sus conocimientos adquiridos en su formación y toma decisiones propias ajustadas a ese problema. O sea, innova, hace algo que otros no han hecho”.
Asimismo, la especialista destaca la importancia de que los alumnos pongan en práctica los conocimientos, un ingrediente clave de los proyectos ganadores de este premio, ya que esto marca la diferencia entre el “aprendizaje débil” (el que ocurre normalmente) y el “aprendizaje profundo” (el que se da cuando uno hace). “Los chicos asienten con la cabeza y hasta repiten como loros, pero no aprenden. El conocimiento sólo se instala si se usa para algo”, concluye Aguerrondo.
Además de los tres proyectos ganadores, también se otorgaron menciones especiales a: “El cooperativismo como herramienta educativa” del IPEA Nº 239 Héctor M. C. Reynal en Córdoba; “Fabricación de cartelería en sistema braille para personas con discapacidad visual” del Centro de Educación Técnica N° 18 en Río Negro; “Hermanados por el chaguar” del Instituto Agrotécnico San José Obrero, en Darregueira (Buenos Aires), y “Misión basura cero” de la Escuela Liceo Nº 10 en capital federal.
“El invierno es muy crudo en esta zona del alto de Bariloche donde las construcciones de las casas son precarias y de muy mala calidad”, revela Mariano Campi, profesor de la escuela rionegrina Nehuén Peumán, mientras se pone un casco amarillo y reparte palas, carretillas y guantes a sus alumnos vestidos con mamelucos azules. “Para las familias que viven en este barrio cercano a la escuela, los meses de frío son durísimos. Muchas veces, con tal de sentir calor, la gente termina quemando plástico, basura y hasta muebles”, dice para explicar cómo nació el proyecto de esta institución educativa donde los egresados se reciben con el título de maestro mayor de obra.
Campi propuso a sus estudiantes de 4°, 5° y 6° año involucrarse en una movida que los cautivó: mejorar las casas de sus vecinos, comenzando por el hogar de Romina, una madre soltera en situación de vulnerabilidad social. Para lograrlo, los jóvenes trabajaron en la vivienda varias semanas poniendo en práctica los conocimientos aprendidos en el aula y utilizaron técnicas constructivas naturales en sintonía con el cuidado del medio ambiente. Revocaron las paredes, taparon las filtraciones de aire, construyeron una estufa ecológica de alto rendimiento denominada “rocket” y se esforzaron por optimizar la eficiencia térmica del lugar.
Romina describe lo que significó para ella esta experiencia: “Los chicos me ayudaron a tapar los chifletes y ahora mi casa está más calentita. Fue lindo porque trabajamos en equipo, yo era una más del grupo. Aprenden ellos y aprendemos nosotros. Antes yo no sabía cómo revocar una pared y pensaba que era difícil, pero ellos me enseñaron cómo hacerlo”.
El hecho de ayudar a otras personas fuera del ámbito escolar incentiva a los chicos porque significa “salir a la cancha”, dice Campi, y agrega que pronto comenzarán a trabajar en cuatro nuevas viviendas. “Para todos es muy emocionante porque -tanto alumnos como docentes- vemos cómo una familia que antes la estaba pasando realmente mal, ahora puede mejorar su calidad de vida.”
Entre los alumnos participantes se encuentra Elizabeth Carrasco, que confiesa: “Yo viví en una casa de madera precaria y sé lo que es pasar frío. Entonces me pongo en el lugar de estas familias y me siento bien, porque en su momento me hubiera gustado que alguien me enseñara cómo mejorar térmicamente mi casa o construir una estufa “rocket”. A veces no tenés la plata para comprar materiales, entonces está bueno conocer estas técnicas que aprovechan los elementos de la naturaleza”.
Además, su compañera Florencia Ojeda agrega: “No es lo mismo estudiar la teoría que ver en la práctica cómo manipular los materiales de construcción. Salir del aula es siempre más divertido y este proyecto nos va a quedar como un gran recuerdo cuando terminemos el colegio”.
José C. Paz: aprenden detrás de cámara
Alberto López Camelo elige ser docente en el conurbano bonaerense, más precisamente en José C. Paz, donde el desempleo, la falta de recursos y la inseguridad son moneda corriente entre las familias de sus alumnos. A pesar de las problemáticas con que se topa a diario, este hombre de 57 años disfruta trabajar en la Escuela de Educación Secundaria N° 1 porque todos los días vuelve a su casa sintiendo que les dejó “algo positivo” a los jóvenes.
“Busco que los chicos se interesen por lo que a mí me apasiona: la historia”, dice con una sonrisa y deja al descubierto la razón que dio origen al proyecto “Documentar el barrio”, a través del cual los chicos producen documentales audiovisuales sobre temáticas propias de su interés, relacionadas con su entorno. Se trata de una forma diferente de acercarlos a las ciencias sociales.
Luz, cámara, acción
“Como los chicos se sienten muy atraídos por los medios audiovisuales, los utilizamos como formato de investigación. Cuando vos les decís que hagan un trabajo práctico, ¿qué es lo que hacen generalmente? Copian de Internet. En este caso, los mismos alumnos tienen que investigar, consultar a especialistas en la temática, hacer las entrevistas, armar el guión, filmar, aprender a editar y organizar las tareas en equipo para producir los cortometrajes”, expresa López Camelo.
Los 30 jóvenes que anualmente forman parte del taller de cine lo hacen de forma voluntaria, en horario extra escolar, incluso sábados y domingos. “Primero vemos la teoría y después les doy total libertad para que ellos mismos armen sus producciones. Resuelven por sí solos los problemas que van surgiendo y fortalecen su poder de decisión”, continúa este docente que, varias veces, ha puesto dinero de su bolsillo junto a otros profesores para comprar los equipos de filmación y edición.
En total llevan más de 25 producciones realizadas que reflejan un trabajo profesional, serio y comprometido por parte de los alumnos, incluso uno de los documentales fue traducido al danés para tratar el tema de la discriminación en una escuela de ese país que solicitó el material.
“La mayoría de los chicos que pasa por el taller termina estudiando una carrera universitaria o terciaria”, asegura López Camelo. Tal es el caso de Daniela Machuca, que sueña con ser bioquímica y relata: “Yo soy muy tímida y antes no hablaba absolutamente nada. Eso era una gran dificultad porque el año que viene voy a entrar a la universidad. Este proyecto me ayudó mucho a expresarme, me abrió la cabeza y me hizo conocer otras realidades, despejarme y salir de los problemas que hay a mi alrededor”.
En esto coincide su profesor: “Para muchos chicos esta escuela es un océano de tranquilidad. Hay quienes, aunque haya un diluvio universal y las calles estén llenas de barro, van a venir igual porque acá se sienten cómodos”.
Barracas: subtitulan para reforzar el inglés
Inglés, la materia que Ariel Cordisco enseña en la Escuela de Comercio Joaquín V. González, en el barrio de Barracas, ocupaba en 2015 el tercer lugar en el ranking de las asignaturas con mayor porcentaje de desaprobación. De una población de 1261 estudiantes, 367 la tenían desaprobada, lo que equivale a un 30% de los alumnos. “Nos dimos cuenta de que estos índices eran muy altos y ponían en riesgo el egreso de 5° año de los chicos. Por eso pensé en un proyecto que fuera integrador y estuviera vinculado a otras materias como lengua y francés”, apunta Cordisco.
Así dio surgimiento a un taller donde propone a los estudiantes subtitular materiales audiovisuales que están en inglés o francés al español rioplatense. Estos videos, que muchas veces son traídos por los alumnos y otras seleccionados por el profesor, son de un gran valor artístico, como por ejemplo, poemas, canciones o películas. Los chicos se encargan de traducir los textos y luego realizar el subtitulado utilizando un software de edición especial para esta tarea.
Responder a sus intereses
“Los docentes sentimos la necesidad de usar estrategias novedosas para llegar a los jóvenes de hoy. A través de este proyecto los chicos se enganchan usando las herramientas que brindan las nuevas tecnologías y las netbooks. Esto resultó en un mejor rendimiento tanto del inglés como del francés y generó una mayor atención a las reglas gramaticales y ortográficas del español”, se alegra Cordisco, quien se sorprendió frente a la buena recepción que la iniciativa tuvo entre los alumnos.
Uno de ellos es Alan Fuenteromero, de 2° año. “Lo más interesante de este proyecto es que nos da otra capacidad para hablar el idioma y nos ayuda a sumar palabras nuevas a nuestro vocabulario”, dice este estudiante para quien Cordisco es mucho más que un docente, también significa un apoyo para los jóvenes y adultos de esta escuela que provienen de los barrios de Barracas, La Boca, San Telmo, Constitución y, principalmente, de la villa 21-24 y Zabaleta.
La percepción de este adolescente concuerda con la visión de su docente. Porque los maestros ganadores del Premio Comunidad a la Educación tienen un denominador común: ven a sus alumnos no sólo como meros estudiantes, sino como personas. Saben que la relación que generan con ellos prepara un terreno fértil para el aprendizaje y que nada podrían lograr si descuidaran este vínculo.
“Si no estás atento a lo emocional, perdés. Sin lo afectivo no hay posibilidad de que los contenidos académicos sean significativos, más aún teniendo en cuenta la realidad de nuestros chicos. Estos conocimientos resultan y se hacen carne a través del vínculo emocional que generás con ellos”, asevera Cordisco.
Teresa Zolezzi