Un día después de que Dior apelara a los códigos del legado de su fundador con una colección en blanco y negro, Karl Lagerfeld hizo lo propio con un desfile que puso en escena a las costureras de los talleres Chanel.
Las modelos deambularon mientras en segundo plano podía verse a obreras de confección, planchadoras y “petites mains” atareadas cosiendo, cortando o prendiendo alfileres. “Sin estas damas, la alta costura no existiría”, dijo Lagerfeld. “Es divertido que la gente pueda ver cómo se hace el gran lujo y que se fabrica como hace cien años”.
La colección de 70 siluetas presentó múltiples variantes del famoso “tailleur” inventado por Coco Chanel. La reivindicación de la tradición artesanal y de su legado sonó como una reafirmación de territorio por parte de las dos puntas de lanza de la moda francesa que constituyen Dior y Chanel.
Sobre todo, ante los vientos de cambios que hace soplar sobre la industria la llamada “fast fashion” y marcas iconoclastas como Vetements, que están alterando el calendario tradicional de las temporadas para obtener rendimientos más jugosos.
“Esto es verdaderamente artesanal, no son piezas sacadas así nomás”, dice Lagerfeld. “No tengo nada en contra de la ‘fast fashion’, pero esto es otra historia”, dijo el “kaiser” de la moda.
Hacer soñar y vender
La puesta en escena de su propio taller en el desfile montado en el Grand Palais -el verdadero está a escasas seis cuadras, en la calle Cambon- apenas incluyó a las costureras y no a las decenas de oficios artesanales que trabajan plumas, plisados o marroquinería y que intervienen en la fabricación de cada modelo de alta costura.
Y como Lagerfeld no da puntada sin hilo, exhibir la ardua tarea de fabricación de los modelos -algunos de los cuales demandan cientos de horas de trabajo- permite al pasar mostrar “por qué son tan caros”.
La modelo top británica Edie Campbel cerró el desfile como novia en chaqueta rosada con cola de plumas y pantalones amplios satinados. “Me encanta una novia de pantalones”, dijo Lagerfeld. “La próxima vez voy a poner una de más de cuarenta años, pero vestida de azul marino”.
Una mezcla con lo deportivo
El desfile de la colección de alta costura de Chanel para el otoño-invierno 2016/17 parecía una lección de artesanía. Y ofrecía así un contraste a lo que la rebelde casa de culto Vêtements presentó el domingo, cuando el diseñador Demna Gvaslia mostró en la pasarela una mezcla andrógina de ropa deportiva y prendas de costura.
Gvasalia trabajó con 16 casas de moda diferentes, desde la marca deportiva de lujo Juicy-Couture o el diseñador de zapatos Manolo Blahnik hasta la marca de ropa de motorista Schott. “La idea era trabajar con fabricantes que están especializados en un sector”, dijo el diseñador tras el desfile.
El desfile de Vêtements figura en el calendario oficial de los desfiles de otoño-invierno 2016/17, aunque en un principio estaba previsto para la colección pret-à-porter del primer verano del año próximo. Gvasalia sencillamente lo adelantó.
Finalmente, ese inconformismo dio un toque de frescura. “En un mundo multicultural, multidimensional, la cultura de la alta costura tiene que abrirse”, escribió la crítica Vanessa Friedman, del “New York Times”.
Más desfiles
La semana de la alta costura termina con el esperado desfile de Valentino y la probable última colección conjunta a cargo de Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli: la italiana está a punto de ser nombrada al frente de la creación de Dior, sucediendo al belga Raf Simons.
Otros diseñadores que presentaron sus colecciones en París también defendieron el estatuto de la alta costura, su aporte a la creatividad y al arte de vida occidental, entre ellos, el italiano Giambattista Valli. La “couture”, dijo Valli, “trae luz a un mundo duro y sombrío, trae ligereza -el peso de la ligereza- pero también oficios y trabajo, además de hacer soñar y permitir compartir esos sueños con la gente que amamos”.