Cubriendo un tercio de la superficie terrestre, unas 4.000 millones de hectáreas, los bosques desde la creación del mundo desempeñan una función vital para la vida en esta tierra, no solo generando productos maderables y no maderables, sino que son los bosques en sus distintos tipos y categorías los que contribuyen a la protección de las cuencas hidrográficas, a la conservación de los suelos y albergan la mayor biodiversidad planetaria.
Además de estas funciones ecosistémicas importantes, los bosques juegan un papel fundamental en la mitigación al cambio climático. Los árboles fijan el carbono atmosférico mediante la asimilación de este elemento por medio del proceso fotosintético, pasando a formar parte del 50% de la estructura de la madera. Este último punto ha hecho de la gestión forestal sostenible una herramienta fundamental para la administración de los bosques como “sumideros de carbono” ya que la degradación o conversión de los bosques provoca la liberación del carbono almacenado incrementando la concentración de CO2 en la atmósfera, unos de los gases de efecto invernadero de mayor influencia.
El cambio climático se refleja en el incremento de la temperatura media del planeta y el aumento del nivel del mar, como así también de eventos climáticos como tormentas con vientos huracanados y el desplazamiento de las estaciones. A raíz de esta modificación en los patrones del clima, los distintos tipos de bosques que encontramos en el mundo demandan de constantes investigaciones sobre su dinámica que concluyan en técnicas silvícolas que minimicen los impactos a la hora de cosechar su madera y garanticen un capital base que permita al bosque mantener la capacidad de regenerarse.
Sin embargo, el problema es que la ciencia forestal no lo puede todo: necesita de políticas que aporten un marco regulatorio sirviéndose del conocimiento científico para impartir el espíritu a las leyes que los gobiernan, sumado al compromiso de la sociedad en su conjunto que ponga en valor la importancia del bosque, garantizando así la persistencia y sostenibilidad de los mismos. Esta toma de conciencia debe venir de la mano de los gobiernos locales a nivel de municipios ya que es allí, en su jurisdicción, donde se encuentran los bosques.
Es tiempo de que los gobiernos locales dejen de ser meros espectadores de las políticas provinciales y nacionales para convertirse en protagonistas de la gestión de sus recursos naturales, liderando las alianzas estratégicas con los distintos actores públicos y privados, poniendo en práctica el concepto de gobernanza forestal, herramienta necesaria para gestionar los recursos boscosos debido a que son ellos los primeros en atender los problemas ocasionados por la degradación de los suelos y su nula productividad; son ellos los primeros en tener que dar respuesta a la población campesina que se ve afectada por los movimientos de las napas freáticas e inundaciones; y son ellos los primeros en recibir los reclamos por las consecuencias que produce el cambio climático.
El 21 de marzo ha sido declarado por Naciones Unidas el Día Internacional Forestal, con el propósito de que la sociedad mundial tome conciencia de la importancia que tienen estos ecosistemas para la vida en este planeta.
A 43 años de la primera celebración, deberíamos generar un punto de inflexión donde sea la sociedad en su conjunto la que se empodere del concepto de conservación de sus recursos asumiendo el compromiso desde el lugar donde actúe, de contribuir para la puesta en valor de este valioso recurso que por años fue considerado un obstáculo para el desarrollo, y convertirlo en el principal aliado para el crecimiento y la calidad de vida de la población, entendiendo que los bosques se adaptan, pero no ilimitadamente; sostienen la vida, todo tipo de vida, pero no ilimitadamente.
(*)Ingeniero forestal
Especialista en Gestión Forestal – Mediación en Conflictos Ambientales -REDD – Bosques & Cambio Climático – Dinámica y Restauración de Ecosistemas Boscosos
Ex Presidente del Colegio de Ingenieros Forestales de Misiones (Coiform)